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En primavera, atención especial a las alergias

La alergia se puede definir como una reacción del sistema inmunitario hacia algo que no molesta a la mayoría de las demás personas. Es decir, que hay individuos más sensibles que otros a determinadas cosas y que ante ellas sufren una serie de reacciones adversas, diferentes a las del resto de las personas. No existe un solo tipo de alergia ni tampoco una época determinada para todas ellas aunque es cierto que hay algunos tipos que se refieren exclusivamente a una temporada concreta, como las alergias primaverales. Sin embargo, parece demostrado que quienes tienen alergias suelen ser sensibles a más de una cosa y son más propensos a sufrir cualquier alteración a lo largo de todo el año.

Hay también una serie de agentes o sustancias que suelen causar reacciones alérgicas. El polen, las esporas de moho, el polvo del hogar, los pelos y caspa de animales, las picaduras de insectos, determinados cosméticos, las medicinas y los alimentos, pueden atacar el sistema inmunitario con el que normalmente se combate a los gérmenes que nos amenazan.

El sistema inmunitario es el que emplea el cuerpo como defensa y en el caso de las alergias, responde a una falsa alarma. Cualquier alteración lo pone en guardia y ante una reacción alérgica, ya sea leve o severa, actúa.

Enfermedades alérgicas

Las enfermedades alérgicas son un problema global de salud pública, cuya incidencia no ha parado de crecer en las últimas décadas, con el correspondiente impacto sobre la salud y los recursos sanitarios disponibles. Además, el limitado conocimiento de estas enfermedades por la población, así como el retraso de un diagnóstico y tratamiento adecuados, conducen a un incremento considerable en los costes y, sobre todo, deterioran la calidad de vida de las personas que las sufren y sus familias, al aumentar las complicaciones y mortalidad de estos procesos. Consideramos, pues, que difundir su conocimiento es una importante misión, que nos corresponde tanto al personal sanitario como a las instituciones, públicas o privadas.

Desde la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica se advirtió hace unos años que las alergias son la gran epidemia del siglo XXI, una epidemia que sigue creciendo de año en año y que a juicio de expertos de esa sociedad, «en los países desarrollados los alérgicos serán el 50% de la población en 2050». En la actualidad, entre el 20 y 25% de la población tiene alguna enfermedad alérgica más o menos grave.

Tratamiento

Los antihistamínicos son los medicamentos más empleados en el tratamiento de las enfermedades alérgicas. Se trata de un grupo de fármacos cuya característica común es la de inhibir los efectos de la histamina, sustancia química presente en todos los tejidos del organismo, fabricada y almacenada en células especializadas llamadas mastocitos y en un tipo de glóbulos blancos de la sangre llamados basófilos.

Los antihistamínicos se emplean, sobre todo, en el tratamiento sintomático de distintas enfermedades alérgicas, ya que muchos de sus síntomas como picor de ojos, goteo de nariz o picor de piel están causados por la acción de la histamina. Además, se han venido usando desde mediados del siglo XX en numerosas enfermedades y procesos, como rinitis y conjuntivitis alérgicas y no alérgicas; urticarias agudas y crónicas; control del picor y del rascado de diversas causas dermatológicas como picaduras y dermatitis y no dermatológicas; tratamiento sintomático de infecciones respiratorias catarrales y de la tos inespecífica; mareo del movimiento, náuseas y vértigos, y para el tratamiento menor del insomnio y de la anorexia. Además, los antihistamínicos disponibles por vía parental intramuscular o intravenosa se usan como complemento de la adrenalina y los corticoides en el tratamiento urgente de la anafilaxia, o choque alérgico generalizado.

Otros medicamentos

Los llamados corticoides son otro de los medicamentos que se utilizan y que incluyen, por una parte, una serie de hormonas esteroideas producidas de forma natural en la corteza de las glándulas suprarrenales y, por otra, los derivados sintéticos que se consiguen modificando su estructura química básica.

La importancia de los corticoides, desde el punto de vista farmacológico, deriva tanto de los potentes efectos antiinflamatorio e inmunosupresor que poseen, como de los diversos efectos secundarios que pueden provocar. Inicialmente, su efecto antiinflamatorio se demostró en enfermedades reumatológicas, y posteriormente se amplió a otros muchos procesos inflamatorios, como el asma bronquial.

El principal efecto secundario de los corticoides proviene de su actividad antiinflamatoria. En general, se trata de efectos no deseados de su propia acción. Los más importantes son el que aumentan la concentración de azúcar en la sangre, por lo que pueden provocar un mal control en la diabetes; incrementan la pérdida de calcio y de fósforo del hueso; reducen la absorción de calcio en el intestino y aumentan su eliminación renal, favoreciendo la aparición de osteoporosis y aumentando el riesgo de fracturas. También favorecen la aparición, reactivación o empeoramiento de infecciones como la tuberculosis, así como las causadas por virus y hongos. Asimismo producen atrofia y debilitamiento de la piel, que puede provocar la aparición de estrías y el retraso en la cicatrización de las heridas y su administración tópica nasal o inhalada puede favorecer en ocasiones la aparición de infecciones. Su uso aumenta la presión intraocular, puede provocar úlcera gastroduodenal.

No obstante, hay que tener en cuenta que la mayor parte de esos efectos secundarios aparece cuando los corticoides se administran por vía sistémica, a dosis altas o en tratamientos prolongados. En las enfermedades alérgicas, lo más habitual es utilizar los corticoides mediante administración tópica o bien por vía inhalada, lo cual permite reducir la incidencia de dichos efectos secundarios.

Los broncodilatadores son el grupo de medicamentos que consiguen que el músculo contraído se relaje. En la actualidad, este grupo de fármacos se utiliza tanto para el tratamiento agudo de los síntomas como para conseguir el control a largo plazo y evitar la aparición de la sintomatología bronquial.

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