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Educación alimentaria, la clave para la buena salud

La primavera y la nueva estación debe mantener nuestro ánimo y nuestros buenos propósitos y, para celebrar que ya está aquí nada mejor que aplicarnos en una serie de acciones que sirvan para mantener la salud en primer plano de atención.

Si por algo se caracteriza la primavera es por las alergias primaverales. Las personas alérgicas sufren mucho más durante esta época del año ya que, por ejemplo, hay mucho más polen en el ambiente, una alergia de las más comunes.

Los principales síntomas de la alergia al polen son: el picor en nariz, garganta y paladar, la tos, la congestión nasal y los estornudos y en casos más graves la dificultad para respirar.

¿Qué se puede hacer para evitar estos síntomas? Antes de irnos de cabeza a tomar el antihistamínico que nos recetó el médico el año pasado lo mejor es tratar de prevenir y para eso podemos empezar usando gafas de sol para evitar que el polen entre en contacto con los ojos. También hay que ventilar la casa por las noches que es cuando hay una menor concentración de polen y atender asimismo nuestras necesidades de Vitamina D, ya que durante el otoño e invierno es muy común que tengamos falta de esa vitamina porque hemos reducido las horas de exposición al sol.

Y, por supuesto, hay que reforzar el cuidado de la alimentación y la primavera es una buena época para hacer un cambio en alimentación para hacerla más sana y rica en frutas y verduras de temporada: zanahoria, remolacha, espárragos, alcachofa, acelgas, fresas, nísperos, cerezas, ciruela, albaricoque, plátano o melón.

Y aparte, ante los primeros síntomas, visitar al médico.

Alimentación

La educación alimentaria y nutricional juega un papel fundamental en nuestra sociedad; es la encargada de cambiar los malos hábitos de vida de la población en un estilo de vida saludable, y nosotros somos los encargados de difundirlo.
La Educación Alimentaria Nutricional es un proceso dinámico de cambio donde las familias y la comunidad adquieren conocimientos y actitudes, habilidades y prácticas y la reafirman. Además, consigue despertar una conciencia más responsable y racional en los procesos de producción, selección, adquisición, conservación, preparación y consumo de los alimentos, de acuerdo a sus pautas culturales, necesidades individuales y la disponibilidad de recursos en cada lugar.

La educación alimentaria y nutricional la podemos definir como «aquellas estrategias educativas diseñadas para facilitar la adopción voluntaria de conductas alimentarias y otros comportamientos relacionados con la alimentación y la nutrición propicios para la salud y el bienestar. Estas estrategias están enfocadas en el desarrollo de habilidades de los sujetos para tomar decisiones adecuadas en cuanto a su alimentación y en la promoción de un ambiente alimentario propicio. Las acciones de educación nutricional se desarrollan en los ámbitos individual, comunitario, y político».
El objetivo es el de conseguir llevar una alimentación saludable sin que suponga un esfuerzo como restringir determinados alimentos o poder compaginarlo con la vida social.

Transición nutricional

A lo largo del siglo pasado, la población española fue consolidando su proceso de transición nutricional y alimentaria. En la etapa pretransicional, durante la década de 1950, se produjo un renovado interés por las deficiencias que mostraba la alimentación de los niños y se apostó por la educación alimentaria y nutricional para superarlas. En 1961 se puso en marcha en el ámbito escolar el Programa de Educación en Alimentación y Nutrición (EDALNU) que constituyó, seguramente, «la actividad más organizada e interdisciplinar de educación en alimentación y nutrición que se realizó en el ámbito escolar en España en el siglo XX», según indican las investigadoras Eva María y Silvia Trescastro López la primera, profesora ayudante de la Universidad de Alicante, del Grup Balmis d’Investigació en Salut Comunitària i Història de la Ciència, y, la segunda, del Hospital General Universitario de Alicante, miembro del Grupo de Trabajo de ‘Enfermería en Salud Escolar’ (CECOVA), miembro de la Sociedad Científica Española de Enfermería Escolar.

Ambas han destacado, en el análisis que han llevado a cabo del citado programa escolar, que las iniciativas de educación alimentaria, que tenían como población diana a los escolares, resultaron claves a la hora de garantizar su correcta alimentación y sirvieron para corregir algunos problemas, pero no pudieron frenar la creciente epidemia de obesidad. «Sin embargo, -destacan- a pesar de sus limitaciones, la visión integradora del Programa EDALNU, en la que la escuela, el entorno y la familia estaban interconectados, puede servir de ejemplo para las actuales estrategias de educación en alimentación y nutrición.

Como se ha podido observar la intervención del Programa EDALNU en el ámbito escolar constituyó, seguramente, la actividad más organizada e interdisciplinar en materia de educación en alimentación y nutrición que se realizó en el ámbito escolar en España en el siglo XX. La educación alimentaria y nutricional resultó clave a la hora de garantizar una correcta alimentación de los escolares.

Con la aplicación de los diferentes métodos de evaluación se concluyó que los conocimientos sobre alimentación de los escolares eran adecuados en el 80% de los casos y que los comedores escolares proporcionaban minutas equilibradas a todos los niños que a ellos asistían. Mientras esto ocurría en el ámbito escolar, en la década de 1960 los hábitos de la población española mostraban un aumento en el consumo de leche, productos lácteos, carnes, huevos, frutas y azúcares, así como una disminución del consumo de patatas y de pan; mientras que no se modificó el consumo de pescado, legumbres, verduras, arroz y grasa. Se corregían algunas deficiencias, como ocurría con la leche o las frutas, pero se empezaban a dibujar pautas de consumo poco saludable.

Para explicar las dificultades a las que se tenía que enfrentar una política pública encaminada a corregir y mejorar la alimentación de la población, parece oportuno recordar que en 1966 el Estado español destinó 107 millones de pesetas para los gastos de transporte y distribución de la Ayuda Social Americana, presupuestó más de 152 millones de pesetas para los gastos de gerencia de Productos Lácteos (PROLAC) con el fin de contratar con las centrales lecheras la leche líquida nacional, e implementó 186 millones en el programa de comedores escolares en concepto de ayudas o becas de comensal procedentes del Fondo Nacional para el Fomento del Principio de Igualdad de Oportunidades. Ese mismo año la Asociación Española de Anunciantes dedicó 6.000 millones de pesetas a estimular el consumo de alimentos con fines comerciales.

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