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¿Por qué se altera la frecuencia cardiaca?

El corazón habitualmente late en los adultos entre 60 y 100 veces por minuto para bombear la sangre por el organismo, siempre que el cuerpo esté en reposo. No obstante, dentro de este rango puede haber variaciones que son resultado de diferentes factores internos y externos.

Factores internos que alteran la frecuencia cardiaca

Algunos factores relacionados con el cuerpo pueden aumentar o disminuir la frecuencia cardiaca:

  • Peso: la obesidad hace que las pulsaciones sean más rápidas.
  • Postura: de pie el pulso suele ser más alto, mientras que tumbado las pulsaciones son más pausadas.
  • Factores psicológicos: el estrés, el miedo o la excitación elevan la frecuencia cardíaca. Cuando una persona está nerviosa su organismo está en alerta y hay mayor nivel de catecolaminas (hormonas del estrés), que provocan un aumento de las pulsaciones del corazón. Por el contrario, en los momentos de relajación y descanso la frecuencia cardiaca disminuye.
  • Enfermedades: cuando el cuerpo sufre lesiones, infecciones, anemia u otras enfermedades pueden producirse cambios en el ritmo cardiaco. Por ejemplo, si hay un choque séptico, el ritmo cardíaco se acelera para satisfacer las demandas de oxígeno.
  • Respiración: en la respiración normal el ritmo cardiaco disminuye ligeramente durante la inspiración.
  • Ejercicio: cualquier tipo de esfuerzo físico provoca un aumento del ritmo cardiaco, ya que el cuerpo y los músculos demandan mayor nivel de oxígeno. Para conocer cuál es la frecuencia cardiaca máxima que un corazón normal puede alcanzar durante un ejercicio físico intenso, la Fundación Española del Corazón recomienda tener en cuenta la siguiente fórmula: Frecuencia Cardiaca Máxima = 220 – edad.
  • Consumo de fármacos: algunos medicamentos pueden provocar cambios en la frecuencia cardiaca como efecto secundario. Es el caso de los inhaladores para el asma y de ciertos antigripales que incluyen principios activos con efecto excitante.
  • Deshidratación: ante la deshidratación el cuerpo libera sustancias como las catecolominas. Estas sustancias obstruyen las arterias, elevan la presión arterial y reducen el flujo sanguíneo, lo que aumenta la frecuencia de contracción del corazón.

Factores externos que alteran la frecuencia cardiaca

Existen algunos factores externos al cuerpo que también pueden provocar una variación en la frecuencia cardiaca:

  • Temperatura ambiental: con temperaturas altas los vasos sanguíneos se dilatan y se pierden líquidos por el sudor, lo que provoca un descenso en la presión arterial. Para hacer frente a esto y garantizar que el oxígeno y los nutrientes llegan a las células, aumentan las pulsaciones. También los ambientes fríos provocan un ligero aumento de la frecuencia cardiaca porque el organismo se activa para mantener su temperatura.
  • Circunstancia y momento del día: por la tarde la frecuencia cardiaca suele ser mayor que por la mañana, aunque también se puede ver afectada en otros momentos. Por ejemplo, después de comer las pulsaciones son superiores a las normales en estado de reposo.
  • Altitud: a mayor altitud hay mayor presión barométrica y menos oxígeno, lo que genera una mayor demanda al sistema cardiaco, elevando las pulsaciones.

Síntomas de la arritmia

Una arritmia es una alteración de la frecuencia cardiaca normal, que principalmente puede ser de dos tipos: taquicardia (frecuencia superior a 100) o bradicardia (frecuencia menor a 60). Una frecuencia cardiaca anormal o con latido irregular puede tener importantes consecuencias en la salud, por lo que se debe acudir a un médico rápidamente. Para identificarlas hay que prestar atención a los siguientes síntomas:

  • Taquicardia: si el corazón late demasiado rápido es probable que no bombee sangre de manera eficaz, impidiendo que el oxígeno llegue a los tejidos. Esto puede provocar los siguientes síntomas: dificultad para respirar, aturdimiento, pulso acelerado, palpitaciones cardiacas, dolor en el pecho, desmayo.
  • Bradicardia: la disminución de la frecuencia cardiaca también puede impedir que el cerebro y otros órganos reciban oxígeno suficiente. Como consecuencia aparecen los siguientes síntomas: desvanecimiento, mareos o aturdimiento, fatiga, dificultad para respirar, dolor en el pecho, confusión o problemas de memoria, cansancio rápido durante la actividad física.

Identificar los síntomas es muy importante, ya que la atención médica inmediata puede evitar insuficiencias o paros cardiacos.

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