La duración y la calidad de nuestro sueño juegan un papel fundamental en nuestra salud, hasta tal punto que la falta de descanso aumenta las probabilidades de enfermar o retrasa la velocidad de recuperación. La propia OMS lo cataloga como un problema de salud pública, ya que afecta al 40% de la población mundial.
No se trata, por tanto, de algo aislado y puntual y en su origen podemos encontrar múltiples causas, como trastornos de salud mental, medicamentos que interfieren en el sueño, el consumo de bebidas estimulantes, la apnea y afecciones como la tiroides hiperactiva, el Parkinson y el Alzheimer.
Su carencia tiene un enorme impacto a nivel físico y mental, de tal forma que distintos estudios han revelado que la privación de sueño está relacionada con un mayor riesgo de padecer a corto plazo distintos trastornos, como la irritabilidad, el agotamiento, la pérdida de memoria, problemas en las relaciones familiares y sociales, ansiedad, falta de concentración, bajo rendimiento, riesgo de accidentes, etc.
Incluso, algo tan importante como mantener una dieta equilibrada puede verse afectado si no dormimos bien al optar por alimentos poco saludables. Con ello se altera la regulación del metabolismo, aumenta el apetito, la obesidad y la resistencia a la insulina.
A largo plazo la falta de descanso puede traducirse igualmente en enfermedades cardiovasculares, diabetes, depresión, trastornos del estado de ánimo, cáncer o envejecimiento prematuro.
El insomnio aumenta con la edad
Las probabilidades de sufrir estas dolencias aumentan, además, con los años y se revela preocupante en la población que supera los 70 años. A partir de esta edad el riesgo de sufrir un ictus, una enfermedad hepática, una enfermedad renal crónica, demencia, Parkinson, artritis, un fallo cardiaco o una enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) se eleva en un 40%. Con el envejecimiento se producen alteraciones en los patrones de sueño, disminuye la actividad física y aumentan las dolencias, el consumo de medicamentos, las posibilidades de desvelarse y la necesidad de ir al baño por la noche.
En algunos casos, el insomnio puede ser agudo y manifestarse en un corto espacio de tiempo (días o semanas) debido a sucesos traumáticos, estrés o periodos más intensos de trabajo o de exámenes (en el caso de los más jóvenes) y en otros la falta de sueño puede ser crónica y prolongarse por un periodo más largo, con la necesidad de seguir un tratamiento farmacológico.
Beneficios de un buen descanso
Durante el descanso, cuya duración ideal es de siete a ocho horas en el caso de los adultos, el sueño pasa por muy distintas fases, en las que el sistema inmunitario libera citocinas protectoras, especialmente importantes cuando se sufre una infección, inflamación o estrés. Con colchones de 135×190 se protege el corazón, se contribuye a un mayor rendimiento físico, ayuda a perder peso, mejora la memoria, la creatividad, el sistema inmunitario y el bienestar emocional. Mientras dormimos nuestro organismo produce una mayor cantidad de melatonina, una hormona que junto a la serotonina es la perfecta aliada para combatir el estrés y el efecto de la adrenalina y el cortisol, liberadas por la falta de sueño.
Exceso de sueño
Sí perjudicial para la salud es la falta de sueño, el exceso de horas tampoco es lo más aconsejable. De ahí que dormir de 9 a 10 horas genere también problemas, como un sueño de mala calidad y dificultades para quedarse dormido y mantener el descanso durante todo ese tiempo.
¿Qué hacer para dormir mejor y durante más tiempo?
Alcanzar un sueño reparador y profundo no siempre es una tarea sencilla, ya que en él inciden múltiples factores. Comenzando por la base, debemos elegir colchones de 90×190, características físicas y preferencias. Por ello la postura que adoptamos al dormir, las zonas de apoyo y las posibles dolencias que podamos sufrir en la espalda o en otra parte del cuerpo son puntos muy a tener en cuenta a la hora de apostar por la mayor o menor dureza del colchón, los materiales de que está hecho y su mayor durabilidad. Junto a ello, hay que escoger una buena almohada para alinear bien el cuello y la cabeza y evitar así dolores cervicales, mantener una temperatura óptima en nuestra habitación y vestir nuestra cama con ropa cómoda y suave.
Una vez escogido nuestro lugar de descanso, hay que procurar mantener unos buenos hábitos de sueño: acostarse y levantarse siempre a la misma hora, evitar cenar y beber en exceso, limitar los estimulantes en nuestra dieta, como el alcohol o la cafeína, hacer deporte de forma regular, desconectar por un tiempo la pantalla de la televisión, el móvil, el ordenador y la tablet, tomar una infusión, un baño relajante o leer un libro pueden ayudarnos a introducirnos paulatinamente en el sueño y descansar de forma ininterrumpida durante toda la noche.