La salud sexual y la salud reproductiva están estrechamente relacionadas, pero algunos aspectos cruciales de la primera se pueden pasar por alto cuando se agrupan dentro del ámbito de la salud reproductiva.
La salud sexual y reproductiva implica que las personas pueden tener una vida sexual segura y satisfactoria, pueden reproducirse, y tienen la libertad de decir si quieren hacerlo y con qué frecuencia, de ahí que el acceso a servicios de salud sexual y reproductiva de calidad juegan un papel de vital importancia en el bienestar de la persona.
Organismos como las Naciones Unidas, a través de ACNUR han entrado en profundidad en esta cuestión y afirman que los servicios de salud sexual y reproductiva son esenciales para el bienestar. Este tipo de servicios constituyen una parte importante de todas las respuestas humanitarias. Los servicios cubren una amplia gama de cuidados, que incluyen el cuidado materno-infantil, acceso a anticonceptivos, y prevención y tratamiento de VIH y de otras enfermedades de transmisión sexual.
Para ACNUR, tiene gran importancia prestar servicios de salud sexual y reproductiva de calidad. Por ello, colabora estrechamente con socios y gobiernos de acogida para garantizar que las personas refugiadas tengan acceso a este tipo de servicios, así como mejorar la calidad de la atención médica a su alcance.
Reproducción asistida
A nivel general cada vez es mayor el avance de la técnica y la aparición de respuestas a un problema como la infertilidad, que cada vez tienen más parejas que, superando lo que hasta hace poco era tabú, se deciden por dar solución a su problema.
Una reciente encuesta realizada en España por Merck sobre los primeros pasos hacia la maternidad indica que el 96 por ciento de las mujeres que ha recurrido a la reproducción asistida para tener un hijo recomendaría estas técnicas a quien encontrara dificultades a la hora de conseguirlo.
La encuesta se lanzó vía «online» a una muestra de población general de España y, de las 648 personas impactadas, 102 fueron mujeres que en los últimos dos años han estado o están realizándose un tratamiento de fertilidad. Entre estas, la media de tiempo que transcurrió hasta que pidieron ayuda a un especialista en reproducción asistida para quedarse embarazadas fue de 22 meses.
En este sentido, la Organización Mundial de la Salud (OMS) define la infertilidad como la incapacidad de una pareja para concebir o llevar un embarazo a término tras mantener durante un año o más relaciones sexuales sin protección de manera regular. Además, si la mujer tiene más de 35 años, se recomienda que la pareja visite a un médico después de un periodo de solo 6 meses intentando concebir sin éxito. Según recoge este informe, siete de cada diez mujeres que se realizan un tratamiento de fertilidad en España nunca se habían planteado que tendrían que recurrir a alguna técnica de reproducción asistida para lograr quedarse embarazadas.
El tiempo es un factor crítico a la hora de garantizar el éxito de los procesos de reproducción asistida, tanto por su efecto en la salud reproductiva de la mujer como por su influencia en las decisiones que deben tomar los ginecólogos y embriólogos. De hecho, demorar el momento de iniciar un tratamiento de reproducción asistida implica una reducción de las posibilidades de éxito, motivo por el cual no conviene retrasar la decisión de pedir ayuda. Aun así, es importante saber que más del 80 por ciento de las mujeres con menos de 38 años que recurren a la reproducción asistida consigue tener un hijo.
El primer gran paso para las mujeres que encuentran dificultades a la hora de tener un hijo es, por tanto, asumir que para ser madres han de acudir a la reproducción asistida. Una vez aceptada esta situación, deben decidir dónde iniciar el proceso. Según la encuesta, en el momento de la elección, el 13 por ciento de las pacientes que optaron por la vía privada conocía poco o nada de la clínica.
Impacto emocional
«Antes de tener que recurrir a una de estas técnicas, la información que tenemos las mujeres es bastante limitada, porque a pesar de que la reproducción asistida está dejando de ser un tema tabú, como era hace pocos años, nunca nos imaginamos que vamos a tener que precisar de un tratamiento para quedarnos embarazadas. Cuando el embarazo no llega es cuando se comienza a buscar información», afirma la embrióloga Irene Cuevas, vocal de la junta directiva de la Sociedad Española de Fertilidad (SEF).
El tratamiento de reproducción asistida es un proceso con una importante implicación emocional y, por esta razón, las mujeres que solicitan este tipo de ayuda reconocen que se necesitaría una mayor atención psicológica. De hecho, el 41 por ciento de las encuestadas que han vivido esta experiencia considera que este es el principal aspecto a mejorar del tratamiento.
Además, impacta notablemente sobre sus rutinas diarias y profesionales, interfiriendo en sus vidas en más de la mitad de los casos (55,4%). Las principales dificultades tienen lugar en el entorno y dinámica laboral, donde los problemas de conciliación aparecen incluso antes de formar una familia. La penalización encubierta de la maternidad existente en ciertos entornos profesionales agrava esta situación. De hecho, de las mujeres que cuentan a las personas de su entorno cercano que han recurrido a la reproducción asistida, solo el 11,4 por ciento lo comunica en el trabajo.
«Una estimulación ovárica requiere visitas médicas sucesivas en un corto período de tiempo y muchas mujeres prefieren que en el trabajo no se sepa que están realizando un tratamiento de reproducción asistida, no por el propio tratamiento, sino por el hecho de que su puesto de trabajo pueda verse amenazado ante un inminente embarazo y maternidad», recalca la vocal de la junta directiva de la SEF.
En lo que se refiere a los prejuicios sociales y el secretismo que antaño acompañaban a la reproducción asistida, la encuesta demuestra que hay una tendencia hacia la normalización social de este tipo de técnicas para ser madre. Prueba de ello es que 8 de cada 10 mujeres se lo comunican a las personas de su entorno, familia y amistades.