El periodo de embarazo es uno de los momentos más emocionantes para la mujer. Ya que además de estar esperando a un hijo, el cuerpo experimenta cambios que permiten a las embarazadas conocerse mejor a sí mismas.
Pero con esta etapa también llegan algunos inconvenientes. El principal es el de recibir, constantemente, los consejos de los demás: no cojas peso, haz vida normal, no uses ese tipo de ropa, conviene bañarse en la piscina a diario…
Las contradicciones son todavía más acusadas en el ámbito alimentario: no tomar grasa o no comer embutidos y jamón son algunos de los puntos más habitualmente comentados delante de una embarazada.
¿Cuánto de real y de leyenda hay en el hecho de que no se pueda comer jamón cocido en el embarazo? ¿Y qué pasa con el jamón serrano? ¿Hay formas de cocinarlo que lo hagan no peligroso para el consumo?
Lo cierto es que en el periodo de gestación conviene tener claro todo esto para no cometer errores que puedan poner en riesgo la salud de la mamá o del bebé.
Sabiendo si se puede comer o no jamón york en el embarazo o jamón serrano y de qué forma hacerlo con seguridad, será entonces cuando se pueda comprar el mejor jamón y degustarlo.
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¿Comer jamón durante el embarazo?
Vale la pena comenzar por las principales preguntas: ¿las mujeres pueden comer cualquier tipo de jamón en el embarazo? ¿Por qué se dice que las embarazadas no pueden comer jamón?
El conocimiento popular siempre ha defendido que las mujeres deberían evitar el consumo de jamón curado y de embutidos. Esto se ha debido a la creencia de que se podía contraer una enfermedad, llamada toxoplasmosis congénita, que puede ser de mucha gravedad para el feto, llegando incluso a provocar su muerte.
Debido a la presencia real de esta enfermedad tras el consumo de jamón, la respuesta estaba clara: prohibido acercarse siquiera a una pequeña loncha de ibérico. Más vale prevenir que curar y en este caso, con la vida del bebé en juego, es algo que está más que justificado.
Sin embargo, los estudios y avances científicos han podido concretar toda esta situación un poco y establecer unos límites mucho más claros que determinan que sí, se puede comer jamón serrano durante el embarazo, pero bajo unas circunstancias concretas.
Qué tipo de jamón se puede comer
El Cicap, Centro tecnológico alimentario situado en Pozoblanco, Córdoba, ha llevado a cabo estudios para establecer hasta qué punto existe el riesgo de contraer toxoplasmosis con el consumo de distintos jamones.
En el caso del curado, esta entidad recomienda que hay que fijarse especialmente en el tiempo de maduración de la pieza. De esta manera, es posible asegurar que, pasado el tiempo necesario, no habrá posibilidad de pasar la enfermedad.
En el caso del jamón serrano, este límite se fija a partir de los 18 meses de curación. Esto quiere decir que piezas con un año y medio de secado o más sería seguras para mujeres embarazadas.
¿Esa fecha es igual para todos los casos? Lo cierto es que no: el Cicap es mucho más precavido en el caso del jamón ibérico, donde marca un total de dos años de maduración para que las mujeres encinta puedan comerlo sin riesgos.
Cabe destacar en este punto que esto no sirve para el caso de los embutidos, puesto que son considerados carne cruda, tienen tiempos de maduración mucho más cortos y el riesgo se amplía.
Otras ocasiones en las que se puede comer jamón durante el embarazo
Como en el caso de otras enfermedades, su presencia en el organismo genera unas defensas que acompañan a la persona durante mucho tiempo o a lo largo de toda su vida.
¿Esto qué quiere decir? Que aquellas mujeres que han pasado la enfermedad con anterioridad al embarazo quedan protegidas con anticuerpos, por tanto, pueden tomar jamón con mayor seguridad.
No obstante, y aun con todo esto, siempre es conveniente seguir los criterios de tiempos de maduración marcados por el Cicap y continuar consumiendo jamón curado e ibérico en los tiempos determinados por ellos.
Pasar las piezas por el congelador
De nuevo recurrimos a las creencias populares: cuando una embarazada desea comer jamón, siempre hay quien indica que si se congela y se descongela, no hay problemas para comerlo con toda la seguridad del mundo.
¿Cuánta verdad hay que todo ello? La ciencia ha experimentado con este tipo de opciones para comprobar si las bacterias de toxoplasmosis están contenidas en las piezas de jamón y la respuesta es afirmativa.
Efectivamente, congelar el jamón puede ser un método ideal para eliminar los riesgos de contraer toxoplasmosis en las embarazadas. Sin embargo, hay que hacerlo bien para que el proceso tenga efecto y convierta la pieza de carne en algo seguro.
Primer requisito: que el proceso de congelación se alargue por, al menos, 48 horas. Esto es sencillo, pues siempre se puede tener la previsión de querer comerlo y meterlo en el refrigerador dos días antes.
La cosa es algo más compleja con el segundo requisito: la temperatura de congelación debe superar los 20 grados bajo cero. El problema aquí radica en que la mayor parte de los frigoríficos domésticos no llega a esa temperatura, sino que se queda en los -18 grados, por lo que este proceso no sería adecuado.
El caso del jamón cocido
Hasta el momento, este artículo se ha centrado en las posibilidades que tienen las embarazadas de tomar jamón curado, ¿pero qué pasa con el jamón york en el embarazo? ¿Hay que llevar tantos cuidados como con el ibérico y el serrano?
Probablemente, y llegados a este punto, ya se tenga la respuesta correcta. No hay problemas en comer jamón en el embarazo si este es jamón cocido o de york.
Esto es así, precisamente, por su proceso de elaboración. El jamón cocido ha pasado por un proceso de cocinado, como su propio nombre indica. En este procedimiento se somete a la pieza de carne a unas temperaturas altas que matan todos los posibles microorganismos que pueden afectar a la carne.
Esto quiere decir que se puede comer jamón cocido en el embarazo sin ningún tipo de problemas, puesto que es una carne segura y de la que se ha eliminado cualquier presencia de toxoplasmosis u otras enfermedades que pudieran ser peligrosas e incluso letales para los fetos.
Atención a otros embutidos
El chorizo, el lomo, la mortadela o el pavo frío son otros de los bocados que las mujeres que están en periodo de gestación echan de menos. ¿Qué ocurre con ellos? ¿Se puede tomar chorizo igual que jamón dulce en el embarazo?
En este punto toca establecer una serie de relaciones entre este tipo de embutidos y los que ya se han analizado. Es decir, hay que seguir los mismos parámetros para decidir cuál se puede tomar y cuál no.
Por norma general, se debe huir de cualquier tipo de embutido crudo. Esto incluye a cualquier preparado que no haya pasado por un proceso de cocción o fritura. En este grupo entran chorizos, lomos, salchichones y todo un amplio grupo de preparados que solo se hacen gracias a un proceso de secado.
Aunque los parámetros sanitarios por los que pasan todos estos alimentos son muy exigentes y es muy probable que no haya presencia de la bacteria que genera la toxoplasmosis, las recomendaciones médicas son no tomarlos o, si se hace, que estos hayan sido previamente congelados bajo las condiciones indicadas o, en su defecto, cocinados.
Caso distinto es el de los embutidos ‘frescos’: mortadelas, chopes, etc. Todos ellos sí que se hacen de un modo similar al jamón cocido, de manera que en su fabricación han sido cocinados, lo que sugiere que se pueden tomar sin problemas.
Esta opinión está más que contrastada con los estudios correspondientes, que han advertido la ausencia total de toxoplasmosis siempre que la carne se prepare bajo todos los parámetros de seguridad alimentaria marcados por la legislación actual.
En este segundo grupo se incluyen las famosas salchichas de frankfurt y otro tipo de alimentos, siempre que estos cuenten, en su proceso, con la cocción o similar. La pregunta de qué jamón se puede comer en el embarazo sirve entonces, perfectamente, para este tipo de embutidos.
Las recomendaciones respecto a las carnes frescas
Si hay una serie de recomendaciones respecto a qué tipo de jamón pueden comer las embarazadas, la cosa no cambia cuando se habla de carnes frescas. Todas las piezas que se consumen habitualmente han sido sometidas a exámenes y pruebas para determinar cuáles son perfectamente seguras para comer durante la gestación.
Así, los expertos en tecnología de los alimentos y obstetricia recomiendan, sobre todo, las carnes de cerdo y carnes rojas. Estas, por su cantidad de nutrientes, no solo no son peligrosas, sino que conviene consumirlas de manera moderada dentro del equilibrio habitual de la dieta mediterránea.
También el pollo, que no aporta ningún condicionante negativo y es una fuente de proteína especialmente saludable por sus características. A esta, en los últimos años, se le está sumando la carne de pavo, también muy rica en valores nutricionales y, a la vez, con un contenido en grasa casi testimonial.
¿Qué hay que evitar? En medida de lo posible, la vaca, el buey y el cordero. Estas carnes son mucho más grasientas y contienen mucho colesterol, por lo que los médicos especialistas se inclinan porque las madres gestantes limiten su consumo durante el embarazo todo lo posible.
Por supuesto, ocurre como en el caso de los embutidos: las carnes tienen que estar perfectamente cocinadas. No vale pedir en el restaurante un carpaccio de ternera o dejar el solomillo de ternera poco hecho: hay que hacer un pequeño sacrificio y durante esos nueve meses de embarazo dejar que la carne se haga bien por todas partes y se eliminen todos los riesgos. ¡Ya habrá tiempo de volver al ‘vuelta y vuelta’!
El queso: otro gran interrogante
Hablando de embutidos, de jamones ibéricos y chorizos, seguramente mucha gente haya imaginado un buen plato de embutidos ibéricos y, cómo no, algo de queso de buena calidad.
Ya sabemos si se puede comer jamón cocido en el embarazo. Incluso se puede optar por jamón congelado en el embarazo si es curado. ¿Qué pasa con el queso? ¿Hay que tener las mismas precauciones?
Pues sí: los médicos tampoco están por la labor de que las embarazadas tomen queso de cualquier tipo y alegremente, puesto que este consumo también entraña riesgos, aunque sean diferentes a los del jamón y los embutidos.
En este caso, la única precaución que se debe tener en cuenta es que las porciones de queso que se vayan a probar estén realizadas con leches pasteurizadas. No es recomendable, por tanto, apostar por quesos elaborados con leche cruda, por muy curados que estén, como ocurre con el caso del parmesano.
Especial cuidado hay que llevar, en todos los casos, con las cortezas. Estas se deben evitar en todos los escenarios: resulta que pueden acumular bacterias y mohos que no convienen ni a la madre ni a la vida que engendra en su vientre.
Este es un repaso general a todas las opiniones que hay respecto al jamón cocido en el embarazo, al jamón serrano cocinado en el embarazo y a otro tipo de alimentos como las carnes frescas y el queso.
Cuidar la dieta siempre es una buena elección, pero la cosa toma mayor relevancia en el caso del embarazo. En esos meses hay que cuidarse tanto a una como a la vida que se lleva dentro y evitar la toxoplasmosis y otros virus o bacterias es esencial para el buen desarrollo del bebé.
Sabiendo el tiempo de congelar el jamón en el embarazo, los tiempos seguros de maduración del jamón serrano y la posibilidad de comer jamón dulce y otro tipo de embutidos, no tiene por qué existir ningún problema que ponga en riesgo a la futura familia ni a una misma.