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La hidrocefalia crónica del adulto: una demencia curable

El 21 de septiembre se celebró el día mundial del Alzheimer. Se trata de una enfermedad progresiva y degenerativa del cerebro, que provoca el deterioro de la memoria, del pensamiento y de la conducta, y es considerada la demencia más común. La OMS calcula que más de 55 millones de personas (el 8,1% de las mujeres y el 5,4% de los hombres mayores de 65 años) viven con demencia y su número van en aumento.

No es la única causa de demencia. Existen otras entidades que la producen y la mayoría de ellas tienen un origen degenerativo y tratamientos poco efectivos. Sin embargo, existe una entidad denominada hidrocefalia crónica del adulto (HCA) y descrita ya en los años 50, que tiene un tratamiento quirúrgico capaz de revertir la sintomatología.

¿Qué es la HCA?

El ser humano contiene en su cráneo y canal espinal un fluido denominado líquido cefalorraquídeo, cuya función es servir de amortiguador, así como de transporte y limpieza de numerosas sustancias. Se producen alrededor de 500 ml diarios que circulan por unas cavidades cerebrales denominadas ventrículos, para luego ser reabsorbido, a modo de una fuente continua. En la hidrocefalia crónica se produce un defecto en la reabsorción de este líquido, lo que provoca un aumento del sistema ventricular. Se produce entonces la aparición de síntomas, que constituyen una tríada clásica, y que son inestabilidad al andar, problemas en el control de esfínteres y deterioro cognitivo. Los síntomas se desarrollan lentamente y van empeorando con el transcurso de los meses o años. No siempre aparecen los tres síntomas ni de forma simultánea, y en algunos pacientes puede predominar solo uno de ellos. El trastorno de la marcha es típico y los enfermos de HCA andan a pasos cortos, como persiguiendo el centro de gravedad. Los trastornos urinarios van desde la urgencia miccional (el tener que buscar un servicio rápidamente por imposibilidad de controlar bien la orina) a la incontinencia urinaria y fecal. Y en el terreno cognitivo, desde leves problemas de memoria (generalmente de acontecimientos recientes, del día a día), a demencias graves.

La sospecha diagnóstica es clínica, es decir, con los síntomas, y radiológica, con un TAC o una RMN que confirme un aumento de los ventrículos cerebrales. A partir de ahí, existen otras pruebas que ayudan a decidir si el paciente se beneficia de tratamiento quirúrgico o no, y de qué tipo.

La unidad de Neurocirugía del Hospital Vithas (Neurosalus21) lleva años trabajando en el diagnóstico y tratamiento de la HCA. Cuando un paciente acude a consulta con sospecha de esta enfermedad, se realiza en primer lugar una prueba que se denomina test de infusión lumbar. Consiste en la infusión a través de una aguja lumbar de suero mientras se mide la presión intracraneal, lo que permite calcular la capacidad de reabsorción cerebroespinal. Esta prueba se realiza con anestesia local y en régimen ambulatorio. Si el test es positivo, es decir, si se detecta que está capacidad está disminuida, se propone el tratamiento quirúrgico. Existe una proporción de pacientes que, aun teniendo la enfermedad, el test es negativo, (los llamados falsos negativos). En estos casos se realiza una monitorización de la presión intracraneal, que consiste en la medición de esta presión de forma prolongada (3-4 días y de forma similar a lo que sería un Holter cardíaco) mediante la colocación con anestesia local de un sensor milimétrico alojado en el cerebro a través del cráneo. Con ello, y utilizando un software desarrollado por el equipo de Neurosalus21, se obtiene una gráfica que permite diagnosticarla enfermedad e indicar el tratamiento.

Una vez que tenemos el diagnóstico, es importante aplicar un tratamiento adecuado, que en este caso es quirúrgico, con la colocación de una válvula que drena el exceso de líquido a la cavidad peritoneal. Esta intervención se lleva a cabo bajo anestesia general y habitualmente el paciente puede ser dado de alta al segundo día de la cirugía, pudiendo realizar sus actividades en el plazo de una semana.

Con el tratamiento, más del 80% de los pacientes obtienen mejoría, siendo algunos de los factores de peor pronóstico una duración muy prolongada de los síntomas y un deterioro cognitivo importante, por lo que un diagnóstico y un tratamiento precoces y adecuado son vitales para obtener una recuperación más completa y rápida.

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