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La herencia de la pandemia cambia la salud comunitaria

Lo que se ha quedado. El confinamiento demostró, a la fuerza, que miles de empresas podían salir a flote con sus empleados teletrabajando e influyó en poner en marcha las consultas médicas telefónicas

Si para la Organización Mundial de la Salud (OMS), la salud es: «un estado de completo de bienestar físico, mental y social, y no sólo la ausencia de enfermedad», si hablamos de salud comunitaria, la misma organización la define como «la expresión colectiva de la salud de una comunidad definida, determinada por la interacción entre las características de las personas, las familias, el medio social, cultural y ambiental, así como por los servicios de salud y la influencia de factores sociales, políticos y globales». Por tanto, una intervención comunitaria en salud se define como una acción realizada con y desde la comunidad mediante un proceso de participación.

Desde entonces ya han pasado cuatro años y lo que había antes las cosas se ha cambiado y la gente ya entiende que los grandes cambios que introdujo e impulsó la pandemia, el coronavirus, se han quedado y han transformado nuestra forma de vida.

Consultas telefónicas

Las consultas médicas por teléfono, el incremento del uso de mascarillas especialmente en algunos escenarios públicos, el teletrabajo, el hacer la compra por Internet y hasta el distanciamiento físico como medida preventiva, son algunos ejemplos de cómo han variando nuestras costumbres.

Ha sido la herencia recibida de la pandemia, algo que sabíamos que llegaba para quedarse pero que todavía no podemos evaluar en cómo afecta realmente a nuestra salud.

Una buena manera de abordar la salud comunitaria es desarrollando un trabajo en red a nivel local. El trabajo en red consiste en crear alianzas, sinergias entre diferentes agentes, para establecer objetivos comunes y actuar juntos para alcanzarlos, de forma que los recursos sean mejor aprovechados. Pero esto objetivos también se han visto ralentizados por la devastación que la pandemia dejó en nuestro sistema sanitario totalmente desbordado.

El valor de lo público y lo comunitario es algo que la crisis de la pandemia, sin precedentes en nuestra historia más cercana, ha permitido redescubrir o repensar importancia del sector público, al que ahora dirigimos nuestra atención en búsqueda de respuestas. Nos hemos dado cuenta casi con asombro que cuanto más débil es el sistema sanitario público, más difícil fue dar una respuesta a una crisis sanitaria como la pasada.

Fatiga pandémica

Precisamente después de cuatro año desde el inicio del estado de alarma que decretó el Gobierno de España el 14 de marzo de 2020 con una duración inicial de quince días, el virus ha estado más presente de lo que nadie vaticinaba en un principio. Con una evolución desigual en los primeros meses, llegó un verano atípico con bastantes menos casos debidos al confinamiento y casi enseguida la segunda ola producto de las vacaciones estivales, seguida prácticamente de la tercera ya que en Navidad tampoco se tomaron las medidas adecuadas a pesar de que desde los servicios sanitarios nos advertían a diario de la imperiosa necesidad de estar más alerta que nunca.

A consecuencia de aquella situación apareció el término ‘fatiga pandémica’, un concepto que la Organización Mundial de la Salud –OMS- define como «desmotivación para seguir las recomendaciones de protección y prevención que aumenta con el tiempo». Según los expertos, la fatiga pandémica es una respuesta natural y esperada a una crisis de salud pública prolongada y cuya gravedad ha obligado a implementar medidas restrictivas que han tenido un fuerte impacto en todas las personas, incluso en aquellas que no se han visto afectadas de forma directa.

En concreto, y según los datos de una encuesta de la OMS, la fatiga emocional afecta al 60% de la población europea. Los expertos, aunque consideran esta reacción como algo natural y esperado, advierten que la situación en algunos países de la Unión Europea llega ahora a ser peor que en el pico de marzo de 2020.

En España, el 40% de las personas presenta síntomas graves o moderados de depresión como falta de interés, desesperanza o decaimiento, según el estudio ‘Malestar psicológico derivado de la Covid-19 en la segunda ola’, elaborado por el Consejo General de la Psicología de España.

Telemedicina

La Covid obligó a acelerar procesos empresariales y comportamientos sociales inimaginables antes de la crisis sanitaria. El confinamiento demostró, a la fuerza, que miles de empresas podían salir a flote con sus empleados teletrabajando. La pandemia también hizo ver la fortaleza de las tecnologías que nos permiten interconectarnos.

Todo esto también influye en lo que hasta hace muy poco tiempo era nuestro trato habitual con los profesionales de la salud, ya que muchas de esas consultas que hacíamos presencialmente en la actualidad se realizan a distancia. De ese modo el teletrabajo también ha entrado a formar parte de la medicina, una rama poco desarrollada hasta el momento, que además experimentará un notable crecimiento a medio plazo, según el pronóstico de muchos expertos sanitarios.
La OMS define la telemedicina como «la prestación de servicios de salud por parte de profesionales sanitarios a través de la utilización de tecnologías de la información y la comunicación (TICs)». Esta modalidad permite intercambiar «información válida para el diagnóstico, el tratamiento o la prevención de enfermedades».

Redes sociales

Nuestras generaciones más recientes de profesionales de la medicina, afortunadamente no han tenido que enfrentarse a una situación tan grave. «Es un escenario para el que la universidad no prepara, para el que aún no se han elaborado preguntas del examen MIR», comentaba una estudiante de medicina en redes sociales e incluso que el coronavirus tiene, su propio perfil en X -antes Twiter- @CoronaVid 19. Desde este perfil y siempre en tono cómico, este usuario se hace eco de las últimas noticias y comenta temas de reciente actualidad. «Voy a ser pregunta en el próximo examen MIR»

Con casi total seguridad nuestra visión del mundo es distinta de la que teníamos en 2020. Las facultades de medicina probablemente integrarán la formación a distancia como una herramienta más en la enseñanza de la medicina. Con toda seguridad, todos aprenderemos algo, pero la huella que la crisis ha dejado en los profesionales sanitarios es imborrable.

Benditas vacunas

Las vacunas son la mejor herramienta preventiva que tenemos para luchar contra las enfermedades infecciosas. Quién nos iba a decir que en menos de un año íbamos a tener la cura del temido virus. Disponer de una vacuna frente al SARS- CoV-2 fue una prioridad sanitaria y social desde el principio. En condiciones normales, el desarrollo de una vacuna tarda una media de 10 años. La carrera para la investigación de una vacuna para prevenir la covid-19 se aceleró al máximo. Nunca antes, para ninguna otra enfermedad, había habido tantas vacunas candidatas en desarrollo y con una probabilidad tan alta de ser efectivas.

El rápido desarrollo de vacunas ha sido, sin duda, un gran éxito científico que permitió empezar a poner fin a la pandemia, pero hay preguntas sin respuestas todavía. No se sabe, por ejemplo, cuánto durará la protección de las vacunas, cuál será su eficacia dependiendo de la edad o si nos protegerán no solo frente a la enfermedad si no también frente a la infección.

Probablemente tendremos todas las respuestas en poco tiempo, la buena noticia fue la reacción que se produjo en plena crisis y que desde la primera vacuna hasta ahora existe un número importante de personas vacunadas en España, que cada año además renuevan la dosis, por lo que cada vez habrá más gente inmunizada y todo ello es gracias a la ciencia.

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