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Cuando comer en demasía se convierte en un problema

La mayoría de los trastornos alimentarios suelen aparejarse a las archiconocidas anorexia y bulimina. Ambas suponen y han supuesto una verdadera pandemia, principalmente en el target femenino y juvenil, cuestionando en gran medida las pautas de conducta impuestas por la sociedad moderna y de consumo. Pero parejas, existen otros que también son sufridos por un amplio abanico poblacional. Algunas desembocan en las anteriormente citadas, como por ejemplo la hiperfagia.

De procedencia griega, (hiper, significa abundancia y fagia, comer) y cuya principal componente se asienta en el progresivo y exagerado aumento del apetito llegando a desembocar en descontroladas ingestas sin que detrás de esto se asienten unas causas concretas. En la mayoría de los casos, los afectados ingieren grandes cantidades de alimentos incluso una vez terminada alguna de las pertinentes comidas del día. Pero ¿cuáles son sus causas?.

Al ser considerado un trastorno alimenticio, a su vez lo es psicológico. De igual forma, viene generado por una serie de alteraciones hormonales. Las consecuencias en las que pueden desembocar radican en un extremo cambio del apetito. Esto genera no discernir entre la plenitud tras una ingesta así como el hambre. En la mayoría de los casos, el control de esta situación se antoja muy complicada.

Los desencadenantes tienen una gran similitud con los de la bulimia o la anorexia. De hecho, éstos pueden ser en sí una consecuencia del trastorno de la hiperfagia. Ansiedad, distintos tipos de diabetes,  hipertirodismo, síndrome premenstrual o hipoglucemia, entre otras. El aumento de peso se presenta como uno de los signos evidentes.

Además, al no poder controlar la cantidad de comida, en muchas de las ocasiones se hace evidente que el que padece dicho trastorno, tiene un serio problema. Detectarlo es más ‘sencillo’. A diferencia de la anorexia, en muchos de los casos, exponen libremente su gusto por comer en demasía.

¿Cómo tratarla?

El tratamiento de este trastorno debe asentarse en un pormenorizado estudio que lo provoca. Es decir, dar en la tecla desde su primera sintomatología por parte del afectado. En ello se asienta la variación del propio tratamiento a seguir.

No es lo mismo que la hiperfagia venga determinada por trastornos psicológicos. Si así fuese, la puesta en marcha de ejercicios moderados se asienta como una de las mejores vías, al mismo tiempo que un incondicional apoyo emocional por parte del familiar, psicólogo o psiquiatra.

En algunos casos, la hiperfagia se presenta como un desencadenante más de alguna enfermedad considerada rara o poco común. Es el caso del síndrome de Prader Willi. Los que la padecen, sufren una serie de alteraciones que van desde el autismo hasta la hiperfagia- no controlan la cantidad de comida que necesitan- o retraso intelectual.

Segùn fuentes consultadas, la clara y concisa determinación desde casi recién nacidos, permite controlar en cierta medida la ingesta incontrolada de alimentos. Aún así, muchos de los afectados por ésta, acarrean un apetito insaciable durante toda su vida.

Por ello, en la hiperfagia, es preciso controlar las hipotéticas alteraciones hormonales.Cada caso es diferente y se deben llevar a cabo tratamientos específicos acordes con los pertinentes resultados tras los niveles plasáticos de las hormonas tiroideas.

En muchos de los casos, las temidas bulimia y anorexia parecen tener su desencadenante en trastornos como este. Prestarle atención se asienta como indispensable.

 

 

 

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