Más que una simple oportunidad para la diversión, el juego es cosa seria en lo que respecta a la salud y el desarrollo de un niño. Por muy simple que sea, se lleve a cabo sin más herramientas que las que proporciona el cuerpo humano, las muchas formas de jugar enriquecen el cerebro, el cuerpo y la vida del niño de manera importantes.
Un informe clínico de la American Academy of Pediatrics titulado, ‘El poder del juego: su función pediátrica para mejorar el desarrollo de los niños pequeños’ deja claro que cómo y por qué jugar con ambos padres y otros niños es fundamental para formar mejores cerebros, cuerpos y vínculos sociales que prosperen.
La investigación muestra que el juego puede mejorar las capacidades de los niños para avanzar en su constitución como ser humano, para labrarse una personalidad y para dotarse de capacidades como la facilidad o habilidad para planificar, organizar, llevarse bien con los demás y regular sus emociones. El juego también ayuda con el desarrollo del lenguaje, las destrezas matemáticas y sociales e incluso sobrellevar el estrés.
Pese a sus muchos beneficios, todas las estadísticas muestran en la actualidad que la cantidad de tiempo que los niños tienen y dedican para jugar ha ido disminuyendo desde hace décadas. Esto se debe a que han variado los horarios y se ha ido en perjuicio del niño. No hay confluencia de horas entre la familia, donde los horarios adultos y los escolares no se ajustan. Hay padres y madres que trabajan cada vez más fuera del hogar, a la vez que cada vez también se detecta que el aumento del uso de los dispositivos digitales y el tiempo ante las pantallas evitan la socialización en el juego. Por ejemplo: la investigación muestra que un niño en edad preescolar de promedio mira cuatro horas y media de televisión por día.
Un niño en edad preescolar de promedio mira cuatro horas y media de televisión por día, según un reciente estudio
La receta de jugar
No sería una mala idea que los pediatras pudieran recetar, como recetan medicinas, la del juego. De hecho lo hacen recomendado a los padres que no se olviden de que sus hijos deben tener tiempo para jugar y que en muchos de esos juegos, para que sea efectiva la receta, hace falta que también ellos participen. Además, los pediatras pueden recomendar a los padres que busquen programas de cuidado infantil o preescolares que incluyan el juego en la forma de aprendizaje.
El aprendizaje se estimula mejor al utilizar los instintos naturales del niño de jugar en vez de estimularlo sólo por factores externos como las calificaciones. A medida que participan activamente en el mundo y lo descubren con alegría, los niños adquieren habilidades del siglo XXI que cada vez más requieren de trabajo en equipo e innovación.
Además de fomentar la salud y el desarrollo de un niño, el juego ayuda a fomentar relaciones seguras, estables y provechosas que protegen contra el estrés tóxico y generan la resiliencia socioemocional. La alegría mutua y la interacción cara a cara que ocurren durante el juego pueden ayudar al cuerpo a manejar el estrés. En un estudio, los niños de 3 a 4 años ansiosos debido al ingreso al preescolar tenían el doble de probabilidad de sentirse menos estresados si se les permitía jugar durante 15 minutos, en comparación con los compañeros de clase que escucharon un cuento.
El juego también ayuda con el desarrollo del lenguaje, las destrezas matemáticas y sociales y sobrellevar el estrés
Juego al aire libre y simulado
El juego al aire libre es de particular importancia porque permite a los niños usar todos sus sentidos para forjar habilidades tales como la percepción espacial y el equilibrio. También puede mejorar la capacidad de atención del niño.
Los estudios sugieren que los niños pequeños de países donde las escuelas destinan más tiempo para el recreo tienen más éxito académico a medida que crecen; no obstante, se estima que alrededor del 30 % de los niños de preescolar de Estados Unidos no tienen recreos.
Por otra parte, el juego simulado permite a los niños pequeños experimentar con distintos roles sociales y aprender a cooperar. Jugar a disfrazarse, a imitar y a juegos imaginarios , ala vez que también fomenta la creatividad y forja habilidades más complejas de negociación, comunicación y lenguaje.