Los resultados, publicados en la revista ‘Science’, podrían tener implicaciones en la prevención y el tratamiento de la esquizofrenia, la depresión severa y otras enfermedades mentales. «Hemos descubierto un mecanismo sobre cómo los factores ambientales, como las hormonas del estrés, pueden afectar a la fisiología del cerebro y causar enfermedad mental», explica el líder del estudio, Akira Sawa, profesor de Psiquiatría y Ciencias Conductuales en la Escuela de Medicina de la Universidad Johns Hopkins. Y resume: «Hemos demostrado en ratones que el estrés en la adolescencia puede afectar a la expresión de un gen que codifica un neurotransmisor clave relacionado con la función mental y la enfermedad psiquiátrica».
A su juicio, aunque muchos genes se cree que están implicados en el desarrollo de la enfermedad mental, «los factores ambientales son muy importantes para el proceso». Sawa, que es director de esquizofrenia en el Centro Johns Hopkins y su equipo se propusieron simular el aislamiento social asociado con los años difíciles de la adolescencia y descubrieron que el aislamiento de los ratones sanos de otros de su especie durante tres semanas en el equivalente de la adolescencia no tuvo ningún efecto sobre su comportamiento.
Pero, cuando ratones que se sabe que tienen una predisposición genética a las características de la enfermedad mental fueron aislados de manera similar exhibieron comportamientos asociados con enfermedades mentales, como la hiperactividad y tampoco lograron nadar cuando se les puso en una piscina, una correlación indirecta de la depresión humana. Cuando los ratones aislados con factores de riesgo genético para la enfermedad mental fueron devueltos al alojamiento en grupo con otros, continuaron con esos comportamientos anormales, un hallazgo que sugiere que los efectos del aislamiento se prolongaron hasta el equivalente a la edad adulta.
«Los factores genéticos de riesgo en estos experimentos eran necesarios, pero no suficientes, para lograr los comportamientos asociados con la enfermedad mental en ratones –dice Sawa–. Sólo la adición del agente estresante externo, en este caso, el exceso de cortisol relacionado con el aislamiento social, fue suficiente para lograr cambios dramáticos en el comportamiento».
Los investigadores no sólo descubrieron que los ratones «enfermos mentales» tenían niveles elevados de cortisol, conocida como la hormona del estrés porque es secretada en niveles más altos durante la lucha o huida del organismo. También hallaron que estos ratones tenían niveles significativamente más bajos del neurotransmisor dopamina en una región específica del cerebro involucrada en las funciones cerebrales superiores, como el control de las emociones y la cognición.