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Dormir nos hace más inteligentes

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Todos hemos notado que tras una noche de sueño profundo, sin molestias ni despertares indeseados, nos hemos levantado de mejor humor, más atentos, con mayor capacidad de concentración, y hemos sido capaces de rendir mejor en nuestro trabajo o en las tareas cotidianas. Dormir bien, no sólo nos ayuda a dirigir mejor nuestra atención,  sino que también nos hace capaces de aprender y procesar más fácilmente la información que nos va llegando a través de los sentidos durante el día.

¿O es que nunca nos ha pasado tener una idea rondando la cabeza e irnos a dormir sin resolverla, y al despertar verlo todo más claro? ¿Quién no ha resuelto un problema tras una placentera noche de sueño profundo? No es de extrañar que esto ocurra ya que, mientras dormimos nuestros cuerpos están descansando, pero nuestra mente está procesando activamente los hechos que han ocurrido  durante ese día,  e intenta poner solución a todos los cabos sueltos que hemos ido dejando. De hecho, según varias investigaciones, nuestras neuronas llevan a cabo una frenética actividad durante la noche (quizás recreando lo que hemos vivido de día), siendo más activas durante el sueño que durante el periodo de vigilia.

Entonces, ¿dormir nos hace más inteligentes? Esta cuestión nos remite a otro tema, que es necesario resolver para avanzar, porque, ¿qué es la inteligencia? La respuesta está envuelta en controversia, y los propios expertos en las disciplinas que abordan el estudio de la mente, no llegan a una conclusión definitiva, pero resumiendo, se define como la facultad que permite aprender, entender, razonar, tomar decisiones y formarse una idea determinada de la realidad. Para llegar a  este culmen, nos valemos de diferentes procesos como son la atención o la memoria,  que sí está demostrado que se benefician del descanso nocturno. Pero, ¿qué es lo que ocurre en nuestro cerebro durante el sueño?

El sueño se divide en cinco fases (adormecimiento, sueño ligero, sueño profundo, y sueño paradójico) que a groso modo pueden dividirse en dos tipos, haciendo referencia a sus características y función: el sueño profundo y el sueño paradójico. El sueño profundo abarca las primeras cuatro fases anteriormente citadas, y se define como el sueño de ondas lentas (beta), siendo el encargado de hacer descansar nuestro cuerpo y calmar nuestro cerebro y actividad mental. Este viene seguido por el sueño de ondas rápidas (REM) o paradójico, que se encarga de nuestro aprendizaje, ordenando lo vivido durante el día, reforzando así nuestra concentración y memoria. Por lo tanto, no es de extrañar que cuando estamos metidos en un proceso de aprendizaje intensivo, mientras estamos durmiendo, se ha detectado que nuestro cerebro pasa un periodo REM más largo de lo habitual y, en cambio, las personas que practican más ejercicio físico durante el día, presentan un sueño profundo más largo que el resto.

Estas dos fases se ven claramente diferenciadas también por edades: los niños pasan un porcentaje de sueño paradójico bastante más alto que los adultos cada noche.  Parece ser que durante el mismo, es cuando se realiza  un “proceso de reciclaje”, deshaciéndose de todo lo absorbido durante el día y que no es útil, quedando sólo así lo más importante. Es por ello, que  el sueño de calidad es crucial para el correcto aprendizaje y desarrollo de los más pequeños.

Numerosos estudios llegan a la misma conclusión: una siesta bien programada y un  sueño nocturno de calidad pueden ayudarte a perfeccionar tus habilidades cognitivas. ¿Y qué mejor lugar para disfrutar de tus sueños que sobre un colchón como los de Lo Monaco, que evita, microdespertares y aportan una sensación de confort única para permitirte dormir a pierna suelta toda la noche.

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