«Miré por la ventana y no ví más que movimiento. Notaba mis ojos hinchados, lo sentía. Ayer había sido una gran noche. Todo parecía volver a su sitio. Los sentimientos confusos parecían haber desaparecido sin que yo diese tregua para su repentina vuelta. Estaba relajado. Hacía mucho tiempo de ésto. Pero con el despertar, mi humor sentía que ya era otro. Malestar. Sí, esa podría ser perfectamente la sensación que me invadía. Todo estaba nublado. Otro día asqueroso. Me incorporé y encendí la radio. Su voz era la de todos los días. Amena, cercana. De pronto, la habitación se iluminó. Acto seguido, sentí que mis músculos faciales esbozaban una sonrisa. Estaba contento. Pero tal y como vino esta levedad, se fue. El sol se despedía de nuevo. Y con él, mi buen humor se disipaba entre aquellas cuatro paredes. Una lágrima me recorría la seca mejilla. Y ya todo era tristeza».
Este podría ser un fragmento de una novela, o simplemente una confesión de un individuo cualquiera con un psicólogo. Dicen que del amor al odio, hay un paso. ¿Reacción química?. Unos se empeñan en decir que sí. Pero la realidad es que, sea o no este factor, todo tiene un componente psicológico. Este ánonimo que presta su propia experiencia para contar como es su quehacer diario es uno más de los muchos que sufren algún tipo de trastorno de la conducta.
En su caso, en un primer diagnóstico, el trastorno bipolar fue la primera opción que barajó su especialista. Pronto se dio cuenta que su problema cabalgaba entre una leve crisis transitoria y los efectos de dicha enfermedad. Su caso no era distinto al de otros muchos. La ciclotimia, ya era parte de él.
Esta enfermedad que según los datos consultados en el manual Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, es meramente diagnosticada por exclusión, parece que según diversos estudios citados en dicho manual, tiene un componente genético que hasta la fecha no ha podido ser demostrado.
Bruscos cambios (en la mayoría de los casos sin una causa de peso que los explique) de humor, falta de organización junto con fases de completa inactividad (ausencia de ganas de vivir), continuos conflictos con su círculo de influencia etc. Lo que si parece estar claro es su diferenciación con el trastorno bipolar ya que se asienta en su menor periodicidad así como una disminución de la gravedad sintomática.
Según la información consultada en Cyclothymia and Labile Personality: Is all Folie Circulaire? (1959, van Valkenburg C, Kluznik JC, Speed N, Akiskal HS), el psiquiatra alemán, Karl Ludwig Kahlbaum, sería el primero en dar los principales síntomas de esta enfermedad. En años venideros, Schneider iría un paso más allá al diferenciarla de la enfermedad de componente maniaco depresivo y asentando la diferencia que hasta la fecha no ha sido modificada entre ambas. Es decir, los cambios de humor.
A esto es preciso sumar otra serie de desencadenantes como la combinación de espacios temporales de silencio y fases de repentino énfasis en hablar en demasía. También episodios de llanto y sentimientos opuestos de muy baja autoestima y confianza exacerbada pasando del absoluto pesimismo al optimismo incomprensible. Por tanto, todos aquellos que la padecen encuentran problemas sociales evidentes siendo su cénit el aislamiento social.
Target de riesgo
El componente congénito es una de las hipótesis que parecen estar barajándose para determinar el origen de este trastorno como se cita con anterioridad. Aunque, como en otros trastornos de la conducta, existen una serie de factores que o bien lo potencian- drogas, por ejemplo- o bien lo frenan.
La puesta en marcha de distintos mecanismos de ayuda por parte de un especialista se presentan indispensables para frenar el asentamiento de distintos síntomas que se pueden convertir en crónicos. Según distintos manuales consultados, la mejoría de los estados de ánimo es una circunstancia que puede ser un hecho si es el propio enfermo el que conoce los desencadenantes de su problema.
Parece que desde la pubertad hasta los 25 años, la probabilidad de riesgo es mucho mayor que una vez superado este segmento de edad. Cierto es que la población afectada por este trastorno no compone un alto índice. Pero lo que puede potenciar su desarrollo es la dificultad de detectarlo así como una incomprensión sobre el afectado. En muchos de los casos, la potenciación del trastorno hacia la bipolaridad se puede poner de manifiesto. Por lo que un continuo seguimiento puede ser una de las medidas que palien su avance.