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Los trabajadores inseguros sufren más el estrés postvacional

Desidia, cansancio, irritabilidad, mal humor, depresión, tensión, dolor de cabeza, pérdida de apetito. Con este cuadro los soldados vienen de los conflictos bélicos, los que han sufrido un accidente pueden padecerlo. En realidad, prácticamente todos y cada uno de los sucesos desagradables que ocurren en la vida, estarían sujetos a estos síntomas (entre otros). Hace no muchos años, el síndrome postvacacional, se asentó como una entidad a la que apenas se le prestaba atención. De hecho, en la actualidad, tampoco se considera como una enfermedad ni un trastorno de importancia. Simplemente, se ha convertido en un efecto popularizado cuya erradicación no va más allá del regreso a la rutina. Lo novedoso se asienta en que existen caracteres que parecen sufrir más de la cuenta esta situación.  

Los perfeccionistas, las personas inseguras y quienes tienen previamente patologías psicológicas son las más afectadas por el estrés postvacional propio de estos días, ya que encuentran más problemas para adaptarse de nuevo a la rutina. La buena noticia es que, según los expertos, normalmente esta situación se supera en un máximo de tres días.

Según la mayor parte de los estudios consultados de un elenco de psicólogos, en torno al 70% de las personas que regresan de su espacio vacacional, se sienten imposibilitadas para volver a la rutina, pero esto es cuestón de adaptación. Únicamente, los problemas tienen un cariz preocupante cuando al cabo de un par de semanas, los síntomas continúan. Es entonces, cuando el especialista debe ser el encargado de sacar de la apatía y el rechazo al quehacer diario del afectado.

De hecho, según el psicólogo especialista en trastornos de ansiedad y alimentación, Ricardo Ros en declaraciones a la agencia de noticias, Europa Press, precisó que también existe una serie de profesiones más propensas a sufrir esta entidad, como policías u enfermeras «por acumular guardias o por el calendario escolar» así como por una mayor brusquedad a la hora de volver a su sitio de trabajo. Cambiar la playa por las urgencias de un hospital, por ejemplo, supone un cambio realmente extremo. Según el propio Ros «este tipo de profesiones tiene un índice mucho mas alto de abandono después del periodo vacacional».

Regreso gradual

Una de las mejores medidas que se pueden llevar a cabo para afrontar de la mejor manera esta situación es, según Ros «no volver de vacaciones el día anterior de empezar el trabajo sino un par de días antes; no intentar adelantar todo lo que no se ha hecho durante un mes y darse tiempo para ponerse al día, e ir adaptándose a los ritmos de sueño y hábitos de comida, para poco a poco ir recobrando la actividad rutinaria».

Además, indicó que no es conveniente hablar en exceso de las vacaciones con la familia y los compañeros «porque eso hace que se mantenga en la mente con constancia una historia que ya ha terminado». Por el contrario, «hay que pensar en el futuro, hacer planes para el siguiente fin de semana, ilusionarse con algo nuevo y recuperar el ocio de la vida normal», e incluso, ocupar la mente en preparar poco a poco las vacaciones del año siguiente para pensar mejor en el futuro que en el pasado».

En cualquier caso, señaló que la aparición de este síndrome está también muy relacionada con la motivación y el grado de satisfacción que proporciona el trabajo. «Si estamos muy a gusto no nos cuesta volver porque tenemos muchas ideas para llevar a cabo, pero enfrentarse a una obligación por no tener otro remedio se hace mucho más duro».

Otro target que no se escapa de padecer este trastorno pasajero son los niños. «En los primeros días de clase también lo pasan mal. Después de dos meses de vacaciones les cuesta adaptarse, aunque si están a gusto en la escuela están deseando volver a ver a sus compañeros y regresar a la rutina», señaló el experto.

En definitiva, asimilación y paciencia parecen ser la mejor medicina para que el recuerdo de los días de relax se asienten como una inyección de energía positiva. Una vez en casa, es la hora de mirar al futuro con optimismo. De lo contrario, se prolongará la desidia que genera en nuestro cuerpo el regreso a los puestos de trabajo.

 

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