Y es que dos jóvenes emprendedores, Didier William y Mehdi Saidi, parecen haber revolucionado ya no sólo el ‘vademecum’ de ayuda para quitarse de la sustancia. Han ido más allá. La clave de su novedoso sistema radica en la emulación del gesto. Es decir. Han inventado un cigarrillo electrónico (en EEUU ha sido apodado como e-cigarrete).
Su sistema es sofisticado. Está alimentado por una batería de ión de litio. De igual forma, éste contiene un microprocesador integrado, un atomizador y un cartucho. Así, este cigarrillo de última generación es capaz de reproducir artificialmente el sabor y el humo del cigarrillo de toda la vida.
El funcionamiento radica en que, a la hora de aspirar, un micropocesador activa un atomizador que mezcla el aire respirado con el líquido. De esta forma, el individuo inhala dicha mezcla, la cual, es propulsada como vapor de agua. Por su parte, la emisión del humo nace como resultado de la evaporización y la pulverización en caliente, al mismo tiempo que un microprocesador controla la difusión.
La clave del e-cigarrette radica en la cámara del atomizador. La misma se halla insertada dentro de una funda de acero inoxidable, que por una parte está unida a un extremo de la batería y, por otro, al cartucho. Por lo que, cada calada, genera el encendido de un sensor LED que reproduce fielmente el consumo del cigarrillo de siempre.
Efectos ventajosos
Un cigarrillo está compuesto por 4721 sustancias entre las que se destaca el arsénico por su potencialidad cancerígena. La nicotina es la principal causa de la dependencia que unida al alquitrán, pasa a la sangre a través de los pulmones y tarda entre 10 y 40 segundos en llegar al cerebro. Aquí radica lo beneficioso de este nuevo método.
No contiene propilenglicol, sustancia que puede provocar irritaciones y que ha sido sustituida por glicerol (un líquido transparente, incoloro, inodoro y no tóxico). Asimismo, Smok-it no contiene ni alquitrán, ni monóxido de carbono, ni acetona ni ninguna esas más de 4000 sustancias tóxicas o cancerígenas.
Con precios que oscilan entre los 20 y los 70 euros- depende si el usuario opta por la versión desechable o la recargable-, puede ser adquirido en cualquier farmacia. Según sus inventores, las ventajas van desde su facilidad de empleo ya que puede utilizarse en espacios públicos para no fumadores (cafeterías, restaurantes), hasta la no absorción de ninguna sustancia tóxica así como la erradicación de efectos secundarios físicos como que no amarillea ni los dedos ni los dientes. Por lo tanto, no provoca tabaquismo pasivo.
En este último dato, su apuesta parece de lo más convincente. En el año 2007 murieron 6.300 personas a causa del tabaquismo pasivo, según los datos que maneja el Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo (CNPT). En total, según el Ministerio de Sanidad y Política Social, 50000 muertes están directamente relacionadas con el consumo de tabaco, de las que se estima que cerca de 20.000 tengan su incidencia principal en la muerte de ciudadanos a causa de cáncer de pulmón.
Ley antitabaco
La última Ley Antitabaco fue impulsada por el actual ejecutivo. Entró en vigor el 1 de enero de 2006, aunque se podría decir que al dejarse ciertos aspectos pendientes, sería en septiembre de ese mismo año cuando se hiciera totalmente efectiva. No era la primera. En 1988 y 1999, los distintos gobiernos de turno aprobaron dos Reales Decretos cuyo objetivo radicaba en la no exposición de la población al aire contaminado por el humo del tabaco. A día de hoy, quizá por la mítica coletilla patria de «esto es España», no sirve para mucho.
Tanto en Restaurantes como bares o cafeterías, se continúa fumando. Cierto es que existen algunos que si han cumplido las vicisitudes de la nueva ley, pero son los menos. Puede que con esta nueva técnica, o bien el que quiera fumar lo va a hacer hasta en el ascensor, o bien pueda ejercer libremente su derecho de fumar. Lo que no queda muy claro si es un mecanismo que ayude al abandono tajante del tabaco.