¿Por qué es importante verse bien?
Nuestro aspecto es nuestra primera carta de presentación. Eso lo perciben los demás y lo percibimos nosotros mismos. Encontrarnos bien cuando nos vemos en un espejo, y que los demás también lo vean, siempre ha sido, es y será importante. Y ahora, en los tiempos que vivimos, resulta más importante que nunca.
¿Nos condiciona nuestro aspecto?
Sí, sí que nos condiciona. Quizás no debía de ser así pero lo es. Verse mejor aumenta la autoestima y es determinante en las interacciones sociales. Influye en nosotros mismos y en las personas que nos rodean, sean familia, amigos y compañeros o personas extrañas con las que tenemos que tratar. Todo ello condiciona nuestro éxito y nuestro bienestar.
¿También la salud?
Por supuesto. Estar mejor, verse bien, implica sentirse mejor. Esto es algo tremendamente positivo para la salud y el bienestar pero esto pasa también por saber aceptarse como se es. La belleza está en el exterior pero sobre todo la tenemos en nuestro interior, uno y otro se reflejan mutuamente. Y, sobre todo, no hay que caer en la obsesión por el cuerpo perfecto, el afán de belleza y la búsqueda de la eterna juventud, lo cual puede llevar a situaciones y expectativas muy distintas de las posibilidades reales. Es preciso ser consciente de ello y evitar cualquier tipo de exceso que, como siempre ocurre, es negativo.
¿Pero mejorar está al alcance de cualquiera?
Por supuesto que sí porque grandes efectos se pueden conseguir con pequeños cambios nada traumáticos y poco costosos. De hecho, para mejorar nuestra imagen no es preciso recurrir a intervenciones quirúrgicas. Una simple pero significativa mejora de nuestro aspecto se puede conseguir por medio de pequeños cambios muy discretos. Por ejemplo, aumentar unos labios hundidos, relajar un entrecejo fruncido, mejorar el perfil o el óvalo facial, hacer desaparecer unas arrugas marcadas, disminuir manchas, o tratar una piel ajada o fotoenvejecida harán que nos veamos mejor e incluso que aparentemos menos edad. Y la buena noticia es que eso lo podemos conseguir con tratamientos sencillos.
¿De qué tratamientos estamos hablando y para qué están indicados?
De una parte están tratamientos que hoy ya consideramos clásicos. Clásicos por la gran experiencia que se tiene con ellos y la enorme cantidad de personas que se los hacen, personas de cualquier edad, condición y posibilidades económicas.
Entre estos tratamientos tenemos el botox que ayuda a eliminar arrugas de expresión que no resultan agradables y no sólo por la arruga en sí sino también por la expresión (por ejemplo de enfado o tristeza) que condicionan. Hoy día disponemos de varios tipos de toxina botulínica que permiten individualizar el tratamiento y minimizar los efectos indeseables. Con el botox prácticamente se consiguen eliminar las arrugas de la frente, entrecejo, patas de gallo o incluso subir las comisuras de los labios que confieren un claro gesto de tristeza o amargura.
También existen sustancias de relleno muy seguras, como el acido hialurónico que consiguen aumentar de manera discreta y natural el grosor de labios y pómulos,o como la hidroxiapatita cálcica o el polilactico para redefinir el óvalo facial o incluso rellenar arrugas profundas como los surcos nasogenianos o las líneas de marioneta o rejuvenecer el perfil con las nuevas técnicas de rinomodelación.
Con la Mesoterapia (múltiples infiltraciones superficiales) se aporta a la piel las sustancias que necesita para tener un aspecto joven y resplandeciente. Con ello, también se la dota de volumen y se mejora la textura. Hoy día disponemos de distintos complejos polivitamínicos y antioxidantes o incluso el propio plasma enriquecido con factores de crecimiento derivados de las plaquetas. A lo que hay que sumar multitud de otros tratamientos y técnicas de rejuvenecimiento facial como la bioplastia o la mesoplastia facial.
Todo ello consigue realzar la belleza de la persona manteniendo una total naturalidad. En este sentido, mi máxima es estar bien, que te vean mejor, sin que se sepa identificar el cómo. Es lo que suele ocurrir cuando te dicen: ¡Qué bien estás! ¿Te has hecho algo?
¿Y con cuanta frecuencia hay que hacerlos?
Depende de cada persona, pero por lo general cabe hablar, para la mayoría de las personas, de hacer esos tratamientos un par de veces al año. La razón es bien simple. Por un lado que el efecto del paso del tiempo es inevitable y por otro que siempre es preferible utilizar sustancias que no tengan efecto permanente que, por lógica, resultan más peligrosas. Algunas personas pueden necesitar tan sólo uno de los tratamientos faciales antes citados en una sola sesión y otras, más deterioradas, pueden necesitar varios.
¿Y, por último, de qué precios hablamos?
El precio varía en función del tipo de tratamiento y el número de los mismos que sea preciso aplicar. Considerando tratamientos individuales, estos precios pueden ir desde 100 Euros que puede costar un peeling con una microdermoabrasión hasta los 500 Euros que puede costar una sesión de mesoplastia. Lógicamente los precios se reducen si se requieren múltiples tratamientos. Como horquilla podemos hablar de un coste por año que va de los 100 a los 1000 Euros, por tanto no muy diferente de lo que podemos gastar en peluquería.