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Si tú bebes, ellos no tiene por qué

Según un estudio de la Universidad de Colorado en Denver (EEUU), el alcoholismo no tiene ningún fundamento genético. Que los progenitores sufran de esta enfermedad no aumenta la predisposición de que el hijo sufra sus efectos. Diferente a que pueda beber más o menos, razón que se asienta como una elección del imberbe.

En el estudio, publicado por la revista ‘BioMed Central Biology’ y del que se ha hecho eco la agencia de noticias Europa press, el objeto de estudio fueron las ratas. Los científicos, autorizados por Boris Tabakoff, Paula Hoffman y Laura Saba, llegaron a esta conclusión tras evaluar el efecto directo del alcohol y la asociación con los mecanismos. Es decir, la ingesta de alcohol por tanto, generaría una recompensa cerebral al tiempo que asociaría a los sistemas genéticos del apetito por la comida así como la saciedad.

La explicación de la no predisposición genética, sí únicamente fuera así tendría una relación causa-efecto justificada. Si tu padre es alcohólico, tú también. Pero no es del todo cierto. ¿Por qué?. Tras la comparación de los genes participantes en estos mecanismos de ratas y humanos, se observó que no se aparejaban a los genes que predisponen al alcoholismo.

Al igual que la ludopatía o la adicción a otras drogas, el alcoholismo genera una dependencia física sustancial incitando a la aparición de síntomas de abstinencia (mayores o menores según el grado de alcoholismo) que en muchos de los casos, se convierten en obsesivos. Aunque es cierto que también existe una dependencia psicológica y sólo física.

En la mayoría de las ocasiones, las terapias en grupo así como procesos de desentoxicación cuya base se asienta en erradicar por completo la ingesta de bebidas embriagantes, se asientan como las principales vías por las se encamina al enfermo para tratarse. Aunque cualquier tratamiento cae en el vacío si el paciente no está convencido para dejar de consumir alcohol.

Variación según el sujeto

Los investigadores no negaron que la predisposición aumentase en aquellos sujetos cuya composición genética condujese a esta dependencia, por lo que, defendida su postura, concluyeron que la evaluación variaría según la persona. Y es que un individuo tenga la predisposición genética para beber cantidades ingentes de alcohol podrían no tener esos genes que predisponen al alcoholismo.

Se rompe así con un mito generacional el que sostenía aquello de si el padre o la madre bebe, el hijo también. Esto no riñe con el componente social y educacional mediante el que se incita a la bebida embriagadora en los hijos.

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