Ocho de cada diez personas con sobrepeso u obesidad desarrollan «hígado graso» o esteatosis hepática no alcohólica, una patología que si no se controla puede desembocar en hepatitis, cirrosis e incluso en cáncer hepático, y que es muy difícil de desenmascarar.
Hoy en día, este lobo con piel de cordero que amenaza a más de la mitad de los españoles -el 53,7 % de la población sufre obesidad o sobrepeso- constituye la enfermedad del hígado más frecuente, por encima de la producida por el alcohol y de la hepatitis C. Sin embargo, nuevas pruebas no invasivas que comienzan a incorporar los hospitales españoles permiten hacer frente a este proceso progresivo y asintomático, que avanza sin dolor alguno, y que va en aumento porque está asociado a la epidemia actual de obesidad, hipertensión y colesterol alto. Cuando empiezan las molestias, el hígado suele llevar años con grasa adherida y el daño está avanzado, de ahí que sea tan importante un chequeo periódico para los pacientes de riesgo.
«El 80 % de las personas con obesidad o simple sobrepeso acabarán desarrollando un hígado graso, lo que les acerca algo más a una curva progresiva que puede terminar en un cáncer de hepático», explica en declaraciones a Efe la doctora Enriqueta Alomar, directora médica de la clínica barcelonesa Creu Blanca. Este centro acaba de incorporar el esteatoscan, un aparato dual primero en su gama capaz de detectar con precisión el grado de grasa adherida al hígado así como su distribución a lo largo del órgano y que determina además su nivel de endurecimiento o fibrosis.
Según la experta, este test viene a sustituir a la hasta ahora imprescindible biopsia hepática, que conlleva el ingreso del paciente y la sedación, además de posibles efectos secundarios como las hemorragias. «Todas las personas con obesidad en cualquiera de sus estadíos y con sobrepeso, es decir, más del 40 % de la población española, debería de someterse a esta prueba de forma periódica, ya sea cada uno o dos años según el riesgo de cada individuo», recomienda Alomar.
La doctora Beatriz Gras, especialista en Digestología, explica que la técnica requiere un paso más en la población alcohólica donde primero hay que observar si existe ascitis, es decir, líquido libre por el abdomen que rodeará con toda seguridad el hígado. En estos casos, precisa, primero hay que realizar un protocolo previo y diferente de preparación para evitar resultados erróneos. «Puede existir una obesidad provocada por el alcohol, lo cual hace que previamente debamos conocer si la persona presenta ascitis. Para ello es muy importante que el paciente sea sincero sobre sus hábitos alimenticios y en particular sobre si ingiere alcohol con regularidad», señala Gras.
La experta coincide con Alomar en que es importante que todas estas capas sociales en claro riesgo controlen el estado de su hígado pues «como órgano vital es irrecuperable, una vez ha traspasado ciertos límites, siendo entonces la única posibilidad el trasplante que desafortunadamente no siempre funciona». Las recomendaciones para prevenir el hígado graso, que también dispara otras enfermedades como la hipertensión, el ictus o la diabetes, pasan por cuidar la dieta, mantener un peso equilibrado y hacer ejercicio físico.