Para llevar a cabo este trabajo, financiado por el Ministerio de Educación y Ciencia, sus autores emplearon una muestra formada por 131 niños y niñas de 3 años. El grupo control estuvo formado por 53 sujetos, y el grupo experimental por 78. Estos últimos recibieron la formación del programa «Aprender a Convivir», que se llevó a cabo a lo largo de tres meses, siendo evaluados los niños antes y después de la intervención. El programa estuvo dividido en cuatro bloques temáticos, de tres semanas de duración cada uno, y cada semana se llevan a cabo dos sesiones de una media hora de duración cada una. En una primera parte de la sesión, tres marionetas transmitían a los niños los contenidos que iban a trabajar, para posteriormente reforzarlos realizando diversas actividades en pequeños grupos.
Niños más autónomos
A la luz de los resultados obtenidos, los niños y niñas que participaron en el programa «Aprender a Convivir» son más autónomos, cumplen en mayor medida las normas establecidas, comparten con sus iguales, saben reconocer los sentimientos de los demás y expresar los suyos propios, se ayudan tanto entre ellos como a sus maestros, saben escuchar, pedir perdón, dar las gracias y presentan menos conductas agresivas y violentas que los demás. Este trabajo de investigación ha sido llevado a cabo por María Fernández Cabezas, del Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de la UGR, y dirigido por los profesores Fernando Justicia Justicia, Carmen Pichardo Martínez y Trinidad García Berbén. No obstante, se trata de parte de un estudio longitudinal de 5 años de duración, en el que se pretende conocer los efectos del entrenamiento en competencia social, desde la infancia temprana, en la reducción de problemas de conducta.
Posibles mejoras en el rendimiento académico
Tras participar en «Aprender a Convivir», el porcentaje de niños que puntúan alto en Competencia Social aumentó de un 7.8% a un 47.8%. En relación con los problemas de conducta, el programa logró disminuir de un 27.8 a un 11.9 el porcentaje de niños con puntuaciones elevadas en esta variable. Además, el 60% de los participantes mejoró sus problemas de atención e hiperactividad, lo que supondrá posiblemente un aumento importante del aprendizaje y rendimiento académico. A raíz de este trabajo, los investigadores de la UGR destacanla necesidad de introducir en el currículum de educación infantil la enseñanza de contenidos socioemocionales, además de los académicos, especialmente de manera sistemática y rigurosa, a la vez que evaluando los resultados. «Es positivo, por ello, que el programa pueda llevarse a cabo por los maestros en un futuro y que los resultados se generalicen a otros contextos como, por ejemplo, las familias», apostilla María Fernández Cabezas.