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Lo más duro del Parkinson

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El tratamiento del Parkinson ha estado fundamentalmente dirigido a los trastornos del movimiento, pero un estudio acaba de revelar que los síntomas no motores tienen «mayor impacto» en la calidad de vida de los pacientes, lo que podría revolucionar el abordaje de esta enfermedad.

En la actualidad, la enfermedad de Parkinson se define por la afectación motora, fundamentalmente por la presencia de temblor, rigidez, lentitud y/o alteración del equilibrio. Sin embargo, en los últimos años se ha identificado la importancia de múltiples síntomas que se denominan «no motores» -ya que no están relacionados con el movimiento-, como la alteración del sueño, del estado de ánimo, de la función cognitiva, la disfunción autonómica y el dolor, entre otros.

En la escala se recogen 30 síntomas de nueve dominios diferentes: cardiovascular, sueño/fatiga, estado de ánimo, alteraciones de percepción o alucinaciones, memoria, gástrico, urinario, sexual y misceláneo. La relación existente entre estos síntomas y los que todos tenemos como habituales en los enfermos de Parkinson -temblor, rigidez, inestabilidad postural- no había sido estudiada en profundidad hasta ahora.

La media de número de síntomas no motores padecidos por paciente fue de diez, ha apuntado la doctora, quien ha explicado que todos ellos se describen en una misma enfermedad, algunos por el Parkinson en sí, otros por efectos secundarios del tratamiento y otros por una combinación de ambos. «Por primera vez se ha descubierto que la relación entre los síntomas no motores y la calidad de vida es muy intensa y más importante que la relación entre síntomas motores y calidad de vida», ha comentado la investigadora Mónica Kurtis, del Hospital Ruber Internacional..

Tratamiento

Kurtis ha explicado que los síntomas no motores se tratan de un modo insuficiente por una responsabilidad compartida entre el paciente, que no los cuenta en ocasiones por desconocimiento o vergüenza, y el médico, porque no pregunta por ellos. «A veces el paciente ni siquiera sabe que las pérdidas de orina, la depresión o la disfunción eréctil pueden ser consecuencia del Parkinson», ha argüido la experta, quien ha apuntado que si son estos trastornos los que más pesan sobre el enfermo, podrían ser abordados con la medicación específica que corresponda en cada caso.

La investigadora ha agregado, como otro de los avances que pueden derivarse de este análisis, que el mayor conocimiento de todas estas situaciones puede servir para la detección precoz de la dolencia. «Hasta hace poco ni siquiera sabíamos que existían y ahora pueden contemplarse incluso como precursores de la enfermedad», ha matizado. Ante estos hallazgos, se descubre que es necesaria una nueva visión «integral» del Parkinson, tanto en la investigación como en el tratamiento de este trastorno neurológico, crónico e invalidante, que afecta al 2% de las personas mayores de 65 años.

En este momento se calcula que en España viven cerca de 150.000 pacientes, al considerar que actualmente el 15% de la población española está por encima de esa edad. Además, se cree que más de 30.000 personas están sin diagnosticar. Respecto a las perspectivas de futuro, se prevé que el número de afectados se duplique para el año 2025 y que llegue a triplicarse en 2050.

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