Las personas con alzheimer necesitan una rutina diaria que la Navidad puede romper con los numerosos encuentros familiares, sin embargo, si se siguen unas pautas como la naturalidad, la comprensión y se crea un ambiente más o menos relajado se puede ayudar a que los enfermos disfruten de las fiestas.
Con el alzheimer, patología de la que se diagnostican en España unos 40.000 nuevos casos al año y constituye la causa principal de discapacidad en personas mayores, el enfermo pierde capacidades cognitivas pero no emocionales.
Lo explica a Efe América Morera, subdirectora de Atención Diurna de la Fundación ACE, entidad que ha elaborado un decálogo precisamente para que estos enfermos no se sientan desplazados pero también para ayudar a sus familias a gestionar la situación durante la Navidad «de una forma sencilla».
«Los familiares nos preguntan y yo siempre digo lo mismo, hay que hacerlo lo más naturalmente posible pero adaptándonos a lo que ahora tenemos, una persona que con determinados estímulos lo puede pasar mal, pero a la vez no hace falta que cambiemos porque se puede sentir excluido», afirma Morera.
Es importante que el enfermo mantenga en la medida de lo posible sus horarios habituales y su rutina, ya que en caso contrario se puede agobiar. Y es que a veces no reconocen el reloj «pero sí son conscientes de que después de una cosa, viene la otra».
Que esté en un entorno conocido es muy importante, pero si la comida o la cena navideña se celebra en una casa de un familiar, no pasa nada. Hay que procurar que la persona esté relajada y evitar temas de conversación que le puedan excitar demasiado.
En este sentido, el coordinador del Grupo de Neurogeriatría de la Sociedad Española de Neurología, Marcos Llanero, afirma que lógicamente, depende de la fase de la enfermedad, pero los desplazamientos cortos no suelen ser perjudiciales, aunque lo aconsejable es que vuelvan a dormir a su domicilio.
«Una noche fuera les suele alterar mucho», apostilla Llanero.
Es bueno hacerles partícipes de la organización de las celebraciones, según la capacidad de cada uno, con trabajos sencillos y supervisados, si hace falta, según recomienda la Fundación ACE en su decálogo, como por ejemplo poner las servilletas de la mesa.
«Que ponga la servilleta encima de cada plato, y si lo hace mal, no pasa nada, que vaya alguien detrás y lo ponga bien, pero no hay que decirle que lo ha hecho mal», afirma Morera.
En el mismo sentido se pronuncia el experto de la SEN, quien subraya que, generalmente y en condiciones normales, lo mejor para estos enfermos es que mantengan la funcionalidad máxima, que colaboren un poco.
Si, por ejemplo, es la abuela la que tiene la enfermedad y siempre se ha destacado por sus habilidades culinarias «puede ayudar algo en la cocina».
No obstante, el exceso de estímulos puede provocar ansiedad y lo pueden manifestar con ganas de irse o con mal humor. En este caso, la Fundación ACE aconseja separarlo físicamente del lugar donde estaban, no hace falta salir de la sala, y hacer alguna actividad relajada.
«Se les puede poner la televisión, dar un libro, una revista. Se trata de que hagan algo que rompa con la dinámica y luego pueden volver a lo que estaban haciendo y tratar de evitar temas de conversación polémicos», abunda Morera.
Puede ocurrir que en las reuniones familiares acudan personas que el enfermo no ve con frecuencia y no les reconozca o no recuerde sus nombres. Lo recomendable, según el decálogo de la Fundación, es no hacerle evidente el síntoma, no insistir en que conoce a la persona.
Algo muy importante es vigilar la comida, ya que estos pacientes no detectan la sensación de estar llenos y continúan comiendo. La bebida también hay que controlarla porque puede afectar con la medicación.
«Hay que intentar que los encuentros sean lo más agradables posibles. La cuestión es que todos los familiares sepan cuál es la situación y se adapten un poco», remarca Morera.