Con la llegada del otoño y el cambio de hora disminuye la exposición al sol. Si sumamos a esto las dietas restrictivas que normalmente empezamos después de verano para intentar contrarrestar los excesos de las vacaciones, el resultado es que aumenta el riesgo de padecer deficiencia de vitamina D. En esta otra entrada de nuestro blog ya vimos cómo se sintetizaba la vitamina D y cuáles eran sus funciones principales. Ahora vamos a ver con más detalle su papel y por qué es importante mantener unos niveles adecuados en el organismo.
¿Qué es la vitamina D?
A pesar de lo que su nombre sugiere, la vitamina D es considerada una pro-hormona más que una vitamina. Además de necesitar obtenerla a través de los alimentos, como el resto de vitaminas, la D puede ser sintetizada por nuestra piel con la exposición solar.
En general, una exposición del 40 % del cuerpo al sol de 15-20 minutos al día debería ser suficiente para prevenir deficiencias. Pero esta vitamina tiene el inconveniente de degradarse rápidamente, lo que implica que los depósitos se agotan casi al mismo ritmo, especialmente en los países nórdicos y en invierno, cuando los días son más cortos y el clima empeora.
¿Cómo asegurar un nivel adecuado en el organismo?
A pesar de que el cuerpo puede crear por sí solo vitamina D, hay diversas razones para que se dé la deficiencia. Por ejemplo, un color de piel más oscuro y el uso de crema solar reducen la capacidad del cuerpo para absorber la radiación ultravioleta necesaria para generarla. Otros grupos de riesgo son los habitantes de los países nórdicos, los trabajadores nocturnos y aquellos que viven en áreas de alta polución. Todo ellos deberían asegurar una alimentación rica en vitamina D.
Si por cualquier motivo ya hemos entrado en deficiencia, las medidas preventivas que proporciona una alimentación equilibrada y unos hábitos de vida saludables deben complementarse con suplementos nutricionales.
Principales síntomas
– Caer enfermo más veces
– Cansancio
– Dolor de huesos
– Dolor de espalda
– Dolor muscular
– Síntomas depresivos
– Caída de pelo
Si la deficiencia se prolonga por un largo periodo de tiempo puede resultar en:
– Obesidad
– Diabetes
– Hipertensión
– Depresión
– Fibromialgia
– Fatiga crónica
– Osteoporosis
– Alzhéimer
Dosis recomendada
En la caja de herramientas de la nutrición saludable no puede faltar la “cantidad diaria recomendada”, que es como la llave inglesa con la que podemos ajustar nuestra dieta diaria de una forma más sencilla. Se define como la dosis mínima que debemos consumir de cada nutriente para mantener un estado de salud óptimo, en función de las condiciones particulares de cada individuo.
En el caso de la vitamina D, las CDR son:
• 400 UI/día (10 mcg) para menores de 1 año
• 600 UI/día (15 mcg) para edades comprendidas entre 1 y 70 años, incluidos embarazo y lactancia
• 800 UI/día (20 mcg) para adultos mayores de 70 años.
Dónde podemos encontrar vitamina D
Aunque la exposición directa al sol fuente más eficiente de vitamina D, los alimentos más ricos en esta vitamina que todos tenemos al alcance son el aceite de pescado y los pescados grasos.
La especie humana tiene la increíble capacidad de adaptarse a los cambios que la naturaleza impone pero para que esto ocurra tendremos que acompañar al cambio realizando las modificaciones que sean necesarias para que este no suponga un esfuerzo para el organismo. Por esto, de la misma manera que al acabar el invierno nos alimentábamos para combatir la astenia primaveral, en otoño nos debemos alimentar para prevenir las posibles deficiencias de vitamina D, así como consumir alimentos de temporada que nos aportarán también lo necesario para preparar al organismo frente al invierno como el Gazpacho de invierno ecológico que está enriquecido con calabaza, calabacín, brócoli y zanahoria.
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