Dra. Virginia Aparicio García-Molina, docente en el Máster en Alimentación, Ejercicio y Deporte para la Salud, Universidad de Granada (UGR)
Una adecuada nutrición es fundamental para la salud de la gestante y el feto. De hecho, los hábitos nutricionales adquiridos por la madre durante su embarazo tendrán efecto también sobre el estado de salud de la descendencia a lo largo de su vida (a través de la denominada “programación fetal intrauterina”).
En este sentido, la Dieta Mediterránea (la de nuestros abuelos) es considerada un beneficio para la salud en términos de prevención primaria y secundaria de todo tipo de enfermedades crónicas. Sin embargo, en lo relativo al embarazo, ciertos sectores han puesto en entredicho su idoneidad con respecto a otros patrones nutricionales. Lo cierto es que la comunidad científica ha confirmado que la Dieta Mediterránea -excluyendo el consumo de vino tinto- protege a madre y feto.
Recientes estudios han observado como una mayor adherencia al patrón de Dieta Mediterránea repercute en una mayor sensibilidad a la insulina y menor incidencia de diabetes gestacional. Además, dicho patrón nutricional está asociado positivamente con los niveles plasmáticos de folato y vitamina B12 (de gran importancia en el embarazo) e inversamente con los de homocisteína y proteína C reactiva (indicadores de inflamación y, por lo tanto, no deseables).
Asimismo, aquellas gestantes con una baja adhesión a dicha dieta también parecen presentar menor peso de la placenta y del neonato. Por último, otros estudios también han evidenciado una asociación entre Dieta Mediterránea y menor presencia de atopías, alergias o asma en el niño.