Existen muchos complejos que se arraigan desde que el ser es pequeño y que tienen sus consecuencias en la edad adulta. En algunos casos, ciertos trastornos se evaporan con el pasar de los años, pero en otros, se consolidan como un trauma infantil. La enuresis, definido como la persistencia de micciones no controladas que van más lejos de la edad en la que el control vesical se alcanza, afecta en la actualidad a el 20% de los niños en España, siendo la edad de cinco años el límite. Por otra parte, aquellos que la padecen a la edad de diez años se agrupan en un 7%. Un problema que suele ser considerado por la comunidad médica como algo transitorio y curable con una pronta solución. Se clasifica como diurna y nocturna.
La primera es la pérdida involuntaria de orina a lo largo del día, mientras que la segunda es la desarrollada en la fase en la que el pequeño está dormido. Ésta es la más usual y es considerada una parasomnia más que suele tener un mayor repunte en menores que sufren alguna deficiencia mental.
A su vez, la enuresis puede ser primaria, es decir, cuando el niño no controla la micción durante un periodo de tiempo continuado que suele rondar el segmento de los seis a los nueve meses, y secundaria, cuando ya ha se expirementado un previo control de la vejiga. En tonro al 80% de los casos suele ser primaria.
Desde la Asociación Americana de Psiquiatría, se despeja cualquier causa de tipo secundaria como lo puede ser una infección urinaria o malformaciones de la vejiga y uretra. Por el contrario, su aparición puede deberse a factores genéticos o alteraciones neurológicas así como alteraciones de los niveles de la hormona antidiurética. Con el paso del tiempo, la erradicación del trastorno es algo normal aunque puede tener repuntes en la adolescencia de ínfimos porcentajes. Su aparación en la edad adulta es muy poco común.
Cómo tratarla
Existen dos caminos: activo y pasivo. En el primero, se asienta en una breve medicación acorde con el caso a tratar, con el objetivo de aumentar la autoestima del menor así como para dilatar la vejiga para fomentar la contención. Es preciso no confundir los distintos tratamientos entre el origen neurológico y los de etiología psicológica.
Cuando ninguna de las tratamientos lleva a buen puerto, lo imprescindible es contactar con un psicólogo. En algunos casos, un problema que podía ser erradicado con unas pocas pautas de conducta, se alarga en el tiempo y se convierte en trauma. Lo recomendable es dar tiempo a que el tiempo ponga las cosas en su sitio. En la mayoría de los casos, de un despertar al otro, los menores ya no se acuerdan de que padecían un trastorno que les hacía orinarse.