El procesamiento de los metales en el cuerpo de los niños influye en el riesgo de sufrir autismo, según un estudio difundido hoy por el Instituto Nacional de Ciencias de la Salud Ambiental (NIEHS, por su sigla en inglés) de EEUU, que lo financió.
El trabajo, publicado en la revista especializada Nature Communications y dirigido por Manish Arora, científico ambiental y dentista de la Escuela de Medicina Icahn en Nueva York, estudió a gemelos para controlar las influencias genéticas y los posibles contribuyentes ambientales al trastorno.
Los resultados sugirieron que las diferencias en la exposición temprana a los metales, y en particular, cómo el cuerpo de los niños los procesa, pueden afectar el riesgo de autismo.
Los dientes de leche de niños con autismo contienen más plomo tóxico y menos de los nutrientes esenciales de zinc y manganeso, en comparación con los dientes de niños sin ese trastorno.
Mediante el uso del láser para trazar los anillos de crecimiento en los dientes de leche generados durante diferentes períodos del desarrollo, los investigadores notaron que esta diferencia en la captación de metal entre los niños con y sin autismo fueron especialmente relevante durante los meses inmediatamente antes y después de su nacimiento.
Los menores con el trastorno neurológico registraron mayores niveles de plomo durante su desarrollo, con la mayor disparidad observada durante el período posterior al nacimiento.
Estos niños obtuvieron una menor absorción de manganeso, tanto antes como después del nacimiento, además de niveles más bajos de zinc más temprano en el útero, aunque estos niveles aumentaron después del nacimiento.
«Creemos que el autismo comienza muy temprano, muy probablemente en el útero, y la investigación sugiere que nuestro ambiente puede aumentar el riesgo de un niño. Pero cuando estos son diagnosticados a los 3 ó 4 años de edad, es difícil volver atrás y saber a qué estaban expuestas las madres «, aseguró la directora de la subdivisión de Genes, Medio Ambiente y Salud de NIEHS, Cindy Lawler.
Estos hallazgos se basaron en investigaciones previas que mostraron que la exposición a metales tóxicos, como el plomo, y las deficiencias de nutrientes esenciales, como el manganeso, pueden perjudicar el desarrollo cerebral mientras están en el útero o durante la primera infancia.
«A diferencia de los genes, nuestro medio ambiente está cambiando constantemente y la respuesta de nuestro cuerpo a los factores de estrés ambiental no sólo depende de cuánto estuvimos expuestos, sino a qué edad experimentamos esa exposición», agrega el jefe de la subdivisión de Exposición, Respuesta y Tecnología del NIEHS, David Balshaw