En la variedad está el gusto, y en una alimentación completa, parece que la virtud, si hablamos desde el punto de vista nutricional. Esta máxima ha dado origen a un movimiento que, partiendo ante todo de una alimentación sana, no renuncia por completo a la carne y al pescado: los flexitarianos.
El punto de partida es la modificación del consumo de carnes rojas y más grasas (sobre todo ternera, cordero y cerdo), por otras mucho más digestivas como el pollo o el conejo, consiguiendo un aporte importante de proteínas con origen en pescado, sobre todo azul.
En esta dieta tienen un papel muy importante los vegetales, combinados con cereales integrales e incluso las llamadas «proteínas vegetales» (tofu, tempeh y seitán, por citar algunas de las variedades más comunes de sustitutivos de la carne).
Alternativa
Los flexitarianos no son unos «pata negra» entre los vegetarianos. Es más, los auténticos amantes de la comida más verde no les tienen en consideración, pero han optado por ir a lo práctico. En su dieta hay, pues, hortalizas, frutas, granos integrales, lácteos fermentados, especias en lugar de sal y las llamadas «nuevas carnes». El secreto para tener la impresión de que comemos carne, aunque no sea así, es la introducción en la dieta del llamado «quinto sabor», el llamado umami, que nos recuerda la ingesta de la misma. Presente sobre todo en el glutamato monosódico, permite utilizar este condimento par aderezar platos de verduras o legumbres, produciendo la impresión de que se come carne.
La presencia de lácteos fermentados en la dieta de los flexitarianos también es muy importante. Al valor de los lácteos como fuente conjunta del binomio que forman el calcio y la vitamina D, muy importantes para el desarrollo óseo, se suma el aporte de proteínas, vitamina A, B12, B2 y fósforo. De entre todos los lácteos conviene tomar los bajos en grasa, y en especial, el yogur, por su aporte añadido de millones de bacterias saludables.