Lograr un sueño adecuado en todo momento, es un objetivo importante para mantener un estilo de vida saludable, sin embargo llevar a cabo esta máxima en determinadas etapas de la vida no es tarea fácil. El descanso, como función fisiológica responde a un patrón en buena parte determinado por factores biológicos del organismo, sigue una curva, que llega a su declive en la senectud. Entonces la pauta de sueño varía con respecto a la etapa anterior y disminuye en número de horas, y en características de las fases.
Los ancianos van a la cama antes, sin embargo tardan más en conciliar el sueño que un adulto joven, además sufren numerosos microdespertares a lo largo de la noche. Las fases REM del sueño se acortan, lo que hace que no se produzca un descanso reparador, y las funciones corporales que se restablecen durante el sueño no se restauran de la misma manera que cuando se consigue un sueño eficiente.
¿Por qué este cambio?
Estrés y otras causas psicológicas: nuevos eventos vitales frecuentes en la cotidianeidad de los ancianos afectan al sueño, como muerte del cónyuge, hospitalizaciones frecuentes, cambios de residencia, soledad etc.
Higiene del sueño deficiente: durante el día, no se consiguen lograr el nivel de actividad deseado y suplen esta carencia mediante la ingesta de elevadas dosis de cafeína, o duermen durante el día más de lo recomendado, estas prácticas van también en detrimento del descanso nocturno.
Causas biológicas: la serotonina (que juega un importante papel en el control del sueño profundo sin actividad onírica) y la noradrenalina implicada en el sueño REM (Jouvet, 1972), junto con la acetilcolina se hayan disminuidos en los ancianos.
Inactividad diaria: la falta de ejercicio y estimulación contribuyen la pérdida a la calidad del sueño.
Enfermedades: en ciertas enfermedades típicas de la vejez como las demencias, apnea, síndromes de piernas inquietas etc. la pérdida del sueño es inherente.
Medicación: dormir de un tirón toda la noche puede ser difícil si se consumen ciertos medicamentos que se prescriben en la tercera edad, porque entre sus efectos secundarios se incluye el insomnio.
Aparte de las recomendaciones que pueda hacer el médico y de las insalvables causas biológicas y orgánicas, existen unas sencillas medidas que se pueden practicar diariamente para preservar o mejorar el descanso:
• No ir a la cama hasta tener sueño. Pasar tiempo en la cama si no se está dormido es una práctica frecuente entre nuestros mayores y esta práctica no hace más que aumentar el insomnio.
• Establecer horarios regulares para ir a la cama y para levantarse. La jubilación juega un papel importante en este punto, porque desestabiliza las rutinas diarias.
• Evitar ingesta elevada de cafeína durante el día.
• Sólo una siesta al día y de no más de 30 minutos.
Además el uso de un equipo de descanso adecuado se torna imprescindible ahora más que nunca. Es necesaria una superficie flexible y adaptable, que no cree puntos de presión, que facilite la circulación sanguínea y que no dificulte la libertad de movimientos. Un colchón de la gama triple de Grupo Lo Monaco puede ser un buen compañero para esta etapa “dorada” de la vida.