Por todos es conocido que los días que dormimos poco nos sentimos más cansados, faltos de energía y aumentan las preocupaciones. Si este círculo vicioso se convierte en habitual puede tener graves consecuencias para nuestra salud, ya que aumenta la ansiedad y, por tanto, el riesgo de sufrir alteraciones anímicas.
Para clarificar si este circuito es tal y como se ha explicado someramente al inicio, el Instituto Médico Howard Hughes en Chevy Chase (EE.UU.) ha llevado a cabo una investigación liderada por el Doctor Louis Ptáček. Según palabras de Ptáček, “El no dormir las horas suficientes conlleva múltiples consecuencias para nuestra salud, incluída la salud mental” y es que el trastorno de los ritmo circadianos –aquellos que regulan cuando debemos comer o cuando dormir- puede aumentar hasta 5 veces el riesgo de contraer enfermedades mentales como la depresión. Otros trastornos nocturnos, como la apnea, o los ronquidos, también aumentan este riesgo. Ya que ambos trastornos interrumpen de manera parcial la exhalación de aire, lo que repercute en un mal descanso.
Los autores del estudio analizaron a 3 individuos de una misma familia, todos con el trastorno de sueño anticipado (TSAF)- personas, que por ejemplo, tienden a dormirse por la tarde en lugar de la noche, en consecuencia se levantan más temprano- en todas ellas se observó la presencia de versiones defectuosas del gen ´PER3´, el cual se cree que está directamente implicado en la alteración de los ritmos circadianos. Por ello, y con objeto de comprobar qué papel juega dicho gen, los investigadores llevaron a cabo el mismo experimento con ratones.
Por una parte se “crearon” ratones genéticamente diseñados con el gen defectuoso ´PER3´ y se observó el tiempo que pasaban corriendo en sus jaulas, durante diferentes momentos del día. Se observó que cuando los ratones eran expuestos a ciclos normales de luz (12 horas), su comportamiento era normal, pero cuando el período de luz pasaba a solo 4 horas, los ratones modificados genéticamente acababan la actividad mucho antes que los ratones “normales”, también se observó que su sueño era anómalo. Esto hizo pensar a los autores que dicho gen alteraba el ritmo circadiano. También en ellos se observaron los síntomas que podrían asemejarse como los típicos de la depresión en esta especie, no presentaban ningún interés por lo que antes deseaban, concretamente el agua azucarada, que antes bebían en gran cantidad.
El director del estudio concluye, “todo el mundo cree que hay alguna conexión entre el sueño y la depresión, pero hasta ahora no ha habido nadie capaz de encontrar el nexo biológico. Creemos que el gen ‘PER3’ en una conexión entre los mecanismos relacionados con el estado de ánimo y el reloj biológico”.