Un estudio del Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico de la Facultad de Psicología de la Universidad de Granada (UGR), dirigido por el investigador Gualberto Buela-Casal, revela que una dieta equilibrada unida a la práctica de ejercicio, unos hábitos del sueño regulados, así como evitar el consumo de alcohol y tabaco se convierten en hitos beneficiosos para el tratamiento del Síndrome de Apnea Obstructiva del Sueño (SAOS).
En una nota, Andalucía Innova explicó que la CPAP es el tratamiento más extendido contra esta patología, que provoca alteraciones que van desde el cansancio diurno hasta episodios de asfixia y, «en casos extremos, muerte súbita por infarto de miocardio». Este sistema supone una mascarilla que se coloca en la nariz mientras se duerme, dotada de un compresor que envía aire a una presión determinada, según la gravedad de la apnea.
Sin embargo, los expertos granadinos apuntan estas fórmulas relacionadas con los hábitos de vida para que las emisiones de este dispositivo disminuyan y, en algunos casos, dejen incluso de ser necesarias. El proyecto, calificado de excelencia por la Consejería de Innovación, Ciencia y Empresa, cuenta con un incentivo de 111.200 euros para su desarrollo.
Con las pautas establecidas por los investigadores, una apnea leve puede desaparecer y la moderada-severa reduce sus síntomas de forma «considerable», con la correspondiente reducción en la presión de la CPAP. Apuntaron a comportamientos que guardan relación con los hábitos de sueño, evitar el alcohol y el tabaco, así como una alimentación equilibrada y la práctica de ejercicio.
En el módulo que aborda los hábitos para la práctica de ejercicio físico y una correcta alimentación, los científicos centran sus esfuerzos en comprobar la incidencia de una dieta equilibrada, así como la práctica de deporte, con el objetivo de que reduzcan el Indice de Masa Corporal (IMC). «El paciente siente mejoría con la pérdida de peso, aunque no sea muy elevada, porque en cuanto la zona de la laringe pierde grasa y volumen, se mejora la respiración y, por tanto, se reducen el número de paradas y semiparadas respiratorias», explicó el responsable de la investigación, Raúl Quevedo-Blasco.
Junto a la dieta, la otra parte de este módulo es el ejercicio, que es realizado por los pacientes de forma específica para mejorar algunos de los síntomas de la apnea. Así, ejecutan ejercicios técnicos, como movimientos oscilatorios de cabeza o cintura, que ayudan a reducir la masa muscular y perder grasa en aquellas partes del cuerpo que tienen más incidencia en la enfermedad, como son la zona del cuello o el abdomen.
«Aunque la efectividad de estas pautas de actuación varía dependiendo de las características de cada paciente, hasta ahora todos los enfermos tratados han mejorado su calidad de vida gracias a la disminución de paradas respiratorias durante la noche», añadió.
Otro de los módulos se centra en el tabaquismo y el alcoholismo. En este campo, Quevedo-Blasco aseguró que se ha descubierto la incidencia del «hábito pasado» en la aparición de la patología.
«Hemos observado que pacientes que dejaron de fumar hace años han desarrollado la enfermedad cuando ya no eran fumadores, lo que hace pensar que es posible que, aunque hayan tenido este hábito, sus consecuencias para la apnea aparezcan ‘a posteriori'», concluyó.