Con motivo del Día Mundial de la Hepatitis, Cruz Roja ha querido advertir de que el 90 % de las personas desconocen que padecen hepatitis crónica por falta de pruebas diagnósticas.
La hepatitis es una inflamación del hígado, que se puede curar espontáneamente o evolucionar hacia una lesión crónica.
La causa más frecuente es la infección por un virus, aunque también puede ser ocasionada por sustancias tóxicas como el alcohol, otras drogas y algunos medicamentos o ser un síntoma de algunas enfermedades autoinmunes.
Se han identificado cinco virus que provocan hepatitis: A, B, C, D y E, pero no todos se adquieren de la misma manera, ni evolucionan igual.
Los tipos A y E se transmiten generalmente por la ingestión de agua y alimentos contaminados, aunque también pueden contagiarse por vía sexual, y ésta es la principal forma de contagio en los países desarrollados.
Los virus B, C y D se contagian a través de la sangre y ocasionalmente por otros líquidos o fluidos corporales.
En el caso de la hepatitis aguda puede pasar desapercibida porque presenta pocos o ningún síntoma.
Algunas manifestaciones como la coloración amarillenta de ojos o piel (ictericia), la orina oscura, sensación de cansancio intenso, náuseas, vómitos o dolor abdominal, pueden alertar de esta fase de la infección.
La cronicidad de la infección es la mayor causa de morbilidad y mortalidad de las hepatitis. El cáncer de hígado es el principal motivo de muerte en estos casos.
La hepatitis C es un problema de salud pública mundial en constante aumento. En los países desarrollados su principal vía de contagio es la sexual y en los más pobres la causa más habitual es la administración de inyectables en entornos sanitarios poco seguros.
Las hepatitis víricas provocaron 1,34 millones de muertes en el mundo en 2015. Y en concreto, en la Comunidad de Madrid se han detectado más de 370 casos en lo que llevamos de año.
Por ello, Cruz Roja recomiendan una serie de consejos para mantener un hígado sano, como comer frutas y verduras crudas o poco cocidas que contienen antioxidantes: verduras de hoja y color verde oscuro, naranja, rojo o amarillo (brócoli, acelgas, espinacas, zanahorias, fresas, ciruelas, melón, frambuesas, moras, peras y manzanas) .
También, aconseja beber al menos 2 litros de agua al día, ya que ayuda a los riñones a eliminar las toxinas procesadas por el hígado; consumir bebidas y condimentos protectores hepáticos (té verde, ajo, cebolla, boldo, eneldo, diente de león) y evitar alimentos con grasas saturadas, como embutidos grasos, salchichas, carnes grasas, productos lácteos enteros, quesos curados, alimentos precocinados o fritos.
Además, es bueno controlar el consumo de bebidas alcohólicas ya que el alcohol es un tóxico para el hígado, y también mantener un peso adecuado a la edad y tipo de constitución. Tener un índice de grasa corporal mayor al recomendado significa tener mayores depósitos de lípidos en el hígado y es un factor de riesgo para el mismo.