Entre las causas que mueven a comprar de forma desmesurada no se encuentra la necesidad, sino un descontrol de los impulsos y un pensamiento irracional que surge de una necesidad emocional, de la falta de autoestima, de un vacío o de la imposibilidad de soportar frustraciones y problemas, ha afirmado Messer.
La utilidad tampoco es motivo porque los adictos a las compras no estrenan sus adquisiciones y las acumulan en casa produciéndoles un sentimiento de culpabilidad que les mueve a volver a las tiendas, a veces a escondidas, para quitárselo y sentirse feliz. «Es un círculo vicioso y una enfermedad muy difícil», ha manifestado la pedagoga.
Respecto a la forma de detectar a los compradores compulsivos, Messer ha declarado que es una «adicción encubierta» porque la persona no reconoce que tiene un problema y ve normal su comportamiento», ya que vive en una sociedad «totalmente consumista».
En cuanto al perfil, la pedagoga ha indicado que afecta más a mujeres que a hombres y que la edad oscila entre los 30 y los 40 años, aunque el auge de las nuevas tecnologías ha originado una nueva clase formada por adolescentes cuya «única forma de ocio es salir a adquirir el último videojuego que ha salido al mercado».
Los coleccionistas son otro colectivo susceptible de caer en esta dependencia -similar al alcohol, las drogas o el juego- ya que se afanan en comprar todos los artículos de una determinada gama de artículos.
Por su parte, el presidente de Facua en Málaga, Manuel Sánchez Vicioso, ha asegurado que a raíz de conocer la experiencia de Messer consideraron el taller para compradores compulsivos un servicio «absolutamente necesario» porque «estamos rodeados de muchas personas que pueden serlo».