Los investigadores descubrieron que el 69% de los participantes que eran violentos a los 34 años habían tomado dulces y chocolate casi todos los días durante su infancia en comparación con el 42% que no eran violentos. Después de tener en cuenta otros factores se mantuvo el este vínculo entre consumo de dulces y violencia.
Según apunta Simon Moore, director del estudio, «nuestra explicación favorita es que dar a los niños dulces y chocolate de forma regular podría impedirles aprender cómo esperar por obtener algo que desean. Incapaces de aplazar la gratificación podrían tender a una conducta más impulsiva, lo se asocia en gran medida con la delincuencia».
Los autores concluyen que esta asociación entre el consumo de golosinas y la violencia necesita ser más investigada y que dirigir recursos para mejorar la dieta infantil podría mejorar la salud y reducir la agresividad.