Hay una serie de alimentos que, limitados en caso de enfermedad coronaria, deben desterrarse de la dieta completamente después de un episodio grave. El Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos nos ofrece algunas pautas a seguirUna enfermedad coronaria grave, un episodio de infarto, provocan, cuando se supera felizmente, la necesidad de cambiar de vida. Un infarto es un toque de atención que nuestro organismo, un aviso serio de que nuestra vida corre peligro. Por ello, es el momento de tomar medidas, y un capítulo tan importante como el de la alimentación deviene clave para el futuro del paciente y su calidad de vida.
Por eso, nos preguntamos: ¿Qué elementos fundamentales debe tener una dieta post-infarto? ¿Hay varias fases en la incorporación de alimentos? Los expertos del Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos de la Universidad de Granada comentan que después de un infarto se debe seguir las mismas pautas que las que acompañan a una dieta preventiva o una dieta para evitar la hipercolesterolemia, haciendo especial énfasis en adelgazar, si se tiene sobrepeso u obesidad, y mantener el peso adecuado, tomar pescado azul con más frecuencia o alimentos enriquecidos en Omega-3 y frutos secos. También se debe de cuidar el consumo de sal, sobre todo si hay hipertensión.
En movimiento
Cuando se ha producido un infarto, en la mayoría de las ocasiones, siempre que las circunstancias del paciente lo permitan, se aconseja la realización de ejercicio físico. El ejercicio supone un cierto gasto energético. En este sentido, lógicamente, los pacientes post-infarto deben adecuar la cantidad de calorías que ingieren a la actividad física que realizan (normalmente una actividad física moderada de baja intensidad, aerobia). Si el paciente está, además en proceso de pérdida de peso, debe cuidar su ingesta de calorías totales. De nuevo es conveniente vigilar, bien el mantenimiento del peso corporal adecuado dentro de los valores antes expuestos en personas sin sobrepeso, o bien la pérdida de peso en los que tenían previamente al infarto sobrepeso u obesidad.
¿Cómo como?
Los expertos han recomendado desde siempre no «inflarse» a comer dos veces al día, sino repartir la ingesta de calorías en al menos cinco momentos de la jornada. Indicativamente, se suelen marcar la hora del desayuno (entre y siete y nueve de la mañana), la media
mañana (a las doce), el almuerzo (entre dos y tres y media), la merienda (en torno a las seis y media), y la cena (en torno a las nueve). La cena debe hacerse con al menos dos horas de antelación al momento de ir a la cama, para que la digestión se haya realizado, y debiera ser especialmente ligera. Desde el Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos de la Universidad de Granada aconsejan
que antes y después de la realización de cada comida se repose entre cinco y diez minutos, para preparar al cuerpo para la ingestión y comenzar de forma adecuada la digestión. Las comidas, en cualquier caso, deberán ser ricas en frutas y verduras. En este sentido, no hay ninguna fruta o verdura que prevenga el infarto de forma más activa. Es decir, no hay unas frutas o verduras mejores que otras en este sentido, aunque las ricas en ácido fólico (naranjas), y verduras de hoja verde, pueden tener un efecto importante ya que afectan a algún parámetro de la sangre relacionado con las enfermedades cardiovasculares como es la homocisteína.
Adiós a…
La sal, en primer lugar. Todos los alimentos ricos en sal deben desterrarse completamente de la dieta, según los expertos. Del mismo modo, embutidos y carnes grasas (pato, cordero…), leche y derivados lácteos enteros (sí se pueden consumir yogures y quesos desnatados), nata y mantequilla, y cualquier alimento que aporte ácidos grasos saturados, deben desaparecer de la dieta. Las grasas
monoinsaturadas y polinsaturadas, sin embargo, sí que están indicadas, ya que ejercen sobre el organismo el efecto contrario a las saturadas. Al renunciar a las carnes rojas y grasas, puede existir, en determinados casos, un vacío en la ingesta de proteínas. La reorientación de la dieta en este caso es sencilla. De este modo, las proteínas que la carne deja de aportar las podrá conseguir el paciente ingiriendo pescado, legumbres (no hay que renunciar a los platos de cuchara, pero sí al chorizo, la morcilla y el tocino), la clara de huevo (concentra las proteínas y no el colesterol, que se queda en la yema), las carnes blancas (pollo y pavo, por ejemplo), y la leche
desnatada. En cualquier caso, hay que destacar que la cantidad de proteínas que necesita una persona adulta diariamente puede cubrirse con una ración de pescado, un vaso de leche y una clara de huevo.