Lo hizo público Cáritas y lo refrendan diferentes organizaciones, uno de cada cinco jóvenes está en riesgo de uso adictivo de las pantallas, según un estudio elaborado sobre el uso que hace de las pantallas la población entre 12 y 17 años en situación de vulnerabilidad y exclusión social. El informe revela que la práctica totalidad de los adolescentes tienen contacto diario con las pantallas y el 96% cuentan con móvil propio. Los jóvenes encuestados declaran que, de media, tuvo su primer móvil a los 11,4 años. Pero los más jóvenes señalan que su inmersión en las pantallas fue antes, a los 10,5 años.
Los datos indican que el problema se acrecienta año tras año porque realmente lo que se pone sobre la mesa es un síntoma de que algo está pasando y no es un hecho aislado, sino que, además, en su existencia concurren otros aspectos educativos, como el no ser capaces de poner normas y límites en las vidas de los hijos lo que puede incluso plantear determinadas patologías de salud mental, ansiedad, depresión, un Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC).
Un informe de Cáritas revela que la práctica totalidad de los adolescentes tienen contacto diario con las pantallas y el 96 % cuenta con móvil propio
«El abuso de las pantallas puede conllevar o no una adicción. Relacionamos esta adicción con las emociones que las pantallas despiertan y consideramos que se da una conducta adictiva cuando el uso, o la ausencia de este, genera ciertos niveles de aislamiento, ansiedad, falta de control y dependencia», explica Daniel Rodríguez, del Equipo de Estudios de Cáritas Española, que destaca que el análisis de estos datos despierta una doble alerta: «por un lado, el acceso cada vez más temprano a las pantallas y por otro, que la mayoría de las aplicaciones, redes o páginas donde se abren perfiles son para mayores de 16 años, un aspecto de especial relevancia para enfocar la educación que debe darse desde la infancia sobre el uso responsable de los móviles»
Los padres y el móvil
Si nos centramos en las conductas realmente peligrosas hay que empezar por examinar cuál es el grado de coherencia de los educadores, padres y madres. No podemos hablar de que los hijos son adictos a las nuevas tecnologías cuando papá y mamá se van a cenar y cada uno está mirando su pantalla de forma permanente y absolutamente enganchados al móvil, o cuando están pendientes constantemente de los grupos de WhatsApp de otros familiares, de amigos, o del colegio como una forma de socializar». Este es el punto de partida del que debemos partir haciendo autocrítica del comportamiento que tenemos como educadores y aplicarnos en llevar a cabo una serie de normas que eviten este mal ejemplo.
Adicción a los videojuegos
El estudio revela que vivir en el espacio de la exclusión no implica mayor riesgo. El poder de las pantallas, por lo tanto, atrapa por igual a la juventud cuyas familias atraviesan por dificultades como a aquellas otras más integradas.
No obstante, el ejemplo que la juventud recibe en casa es la variable que más influencia tiene sobre la adicción. Cuando un joven convive con progenitores que hacen un uso razonable de las pantallas la probabilidad de llegar a desarrollar una adicción se reduce un 70%.
Las chicas tienden a ser más activas en redes generando muchas más publicaciones lo que hace que tengan un perfil mucho más expuesto
En el caso del uso de videojuegos sí hay diferencias importantes. La adolescencia en situación de exclusión sufre el doble de adicción a los videojuegos que la juventud en su conjunto y afecta al 12%. Además, la adicción de los adolescentes varones (21%) a los videojuegos cuadriplica al de las chicas (4,9%).