La Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG) ha recomendado a los mayores vacunarse de la tos ferina para proteger a los niños, ya que el 83% de ellos se contagia por algún familiar adulto con el que convive. En la última década del pasado siglo la difteria resurgió en los países del este europeo, pero mientras que tradicionalmente afectaba a la infancia, en este nuevo brote la mayor parte de los casos fueron adultos.
Los expertos recuerdan que el fallecimiento en 2009 de 12 niños por tos ferina en Estados Unidos ha hecho que en este país se recomiende la vacunación en adolescentes y adultos, sobre todo a aquellos que están o van a estar en contacto con lactantes menores de 12 meses -incluyendo mujeres en edad fértil y personas de 65 o más años-.
«Esta situación obliga no sólo a mantener activos los programas de vacunación infantil, sino a intensificar los esfuerzos para obtener el adecuado estado vacunal de los adultos», según sostiene la SEGG. A pesar de los esfuerzos realizados durante décadas en la vacunación frente a la tos ferina, esta dolencia aún no está enteramente controlada, porque en los adultos su presentación clínica es, a menudo, «atípica, en forma de tos prolongada y pasando muchas veces desapercibida».
El adulto infecta al pequeño
Por ello, según los geriatras, el adulto se constituye como fuente de infección oculta para el lactante desprotegido o vacunado de forma incompleta. En estudios de búsqueda de la fuente de infección de tos ferina a lactantes se ha encontrado que en entre el 75 y el 83% de los casos, el origen se encuentra en algún conviviente del niño infectado, siendo el 55% los padres y entre el 6 y el 8% los abuelos.
La tos ferina es una enfermedad bacteriana aguda de las vías respiratorias causada por el germen Bordetella pertussis. Se caracteriza por una tos grave, convulsiva y que se prolonga por espacio de dos meses o incluso más. En los niños menores de seis meses se presenta con disnea y asfixia y llega a ser mortal si no reciben tratamiento adecuado y a tiempo.