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La ‘depresión de la tumbona’ se instala entre los veraneantes

crisis-de-la-tumbona¿Por qué justo ahora, con el veraneo recién estrenado, nos asalta esa ansiedad, esa angustia que nos impide disfrutar del tiempo libre? Los expertos han bautizado este síndrome como ‘estrés vacacional’, también conocido como ‘depresión de la tumbona’ desde que la clínica psiquiátrica austriaca Wagner-Jauregg acuñara la expresión a principios de esta década. No deja de resultar paradójico, desconcertante y hasta irritante que precisamente cuando deberíamos vivir la etapa más placentera del año, nos asalte, tan a traición, el maldito estrés. «Es como si nuestro organismo nos pasara factura -explica la psicóloga María Jesús Álava-.

Lleva acumulado tal cansancio, desgaste y niveles de tensión que, cuando para, los saca de golpe. Cada vez hay más personas que, en los dos o tres primeros días de vacaciones, sufren ataques de pánico, auténticas convulsiones que les obligan a quedarse en la cama. Es un período de adaptación de nuestro organismo ante un cambio excesivamente brusco. Se trata de una reacción muy normal, lo que resulta sorprendente a veces es que no se produzca».

 

El médico Mario Alonso, que desde hace unos años se sube a la palestra para explicar a los ejecutivos la repercusión de las emociones en la salud, atribuye ese ‘bajón’ al escape de la llamada ‘carga alostática’, una especie de residuo tóxico que durante todo el año hemos almacenado, pero que, ante la ausencia de períodos de recuperación a lo largo del día, no hemos descargado. «Pero cuando la presión baja porque estamos en vacaciones, ese residuo tóxico puede salir y hacerlo en forma de enfermedad, de un catarro, por ejemplo».

Recta final en el trabajo

Muchos, sin embargo, todavía están a tiempo de evitar que percances así arruinen su veraneo. Para María Jesús Álava, es fundamental saber afrontar la recta final en el trabajo. «Quieres dejarlo todo acabado y llega un momento en que esos últimos días son tan agotadores que nos dejan en una situación de gran debilidad emocional y física que, en gran medida, marca después el comienzo de las vacaciones. Tenemos que determinar muy bien cuáles son las cosas importantes que, inexorablemente, hay que dejar resueltas. Con las otras, lo que hay que hacer es dejarlas para la vuelta».

Pero de poco servirá seguir este consejo a rajatabla si, después, la ‘blackberry’ y el portátil se pelean por un sitio en la maleta con el bronceador y la novela de aventuras. Los expertos no son partidarios de ese anclaje a la oficina. «Las vacaciones no sólo son algo merecido, necesario y tremendamente importante para la salud, es que afectan muchísimo a la eficiencia de una persona. Este período no es una pérdida de tiempo, sino una inversión en nosotros mismos», sostiene Mario Alonso, quien recomienda, incluso a empresarios y altos directivos, limitar la conexión a una hora determinada del día. «Si una empresa no es capaz de funcionar porque uno de sus profesionales está de vacaciones, no merece la pena trabajar en ella, porque te van a estar arruinando tu vida de forma permanente», apostilla María Jesús Álava, autora de ‘Trabajar sin sufrir’ (La Esfera de los Libros).

Este año la gran incógnita de «¿qué pasará en septiembre?» puede dificultar aún más la relajación. Según una encuesta de la agencia ‘on-line’ Hotels.com entre más de dos mil viajeros, la incertidumbre derivada de la crisis impide al 61% de los españoles desconectar en vacaciones. La posibilidad del despido es una idea que se ha instalado en la cabeza del 12% de los encuestados. «Preocuparse es lo último, porque con esta actitud nadie es capaz de generar recursos ni defensas para afrontar las posibles dificultades que vengan después», afirma Álava. Y llevando sus recomendaciones al terreno práctico, la psicóloga aconseja dedicar dos días en mitad del período de descanso a pensar sobre esa situación que tanto inquieta y sobre las medidas que se podrían tomar. «Y después de esos dos días, parada de pensamiento total. Cada vez que nos asalte una idea relacionada con el trabajo, hay que llevar la mente a otro sitio», asevera.

Idealizadas en exceso

Pero no echemos toda la culpa al trabajo. A veces las vacaciones son una fuente de frustración en sí mismas. Idealizadas a lo largo del año, muchos creen que bastarán unas semanas para descansar, recuperar el tiempo perdido con la pareja, hacer un viaje inolvidable y leer los libros que habíamos dejado a medias. «Cuando una persona pasa el año entero en un estado de agotamiento permanente, de ansiedad, sueña con que las vacaciones le van a devolver, de forma natural, el equilibrio que añoraba. Y no es que sea absurdo pensar así, pero resulta un poco irreal. Si durante el año no cuida su estado físico, emocional y espiritual, es muy difícil que lleguen las vacaciones y cumpla con sus expectativas», reflexiona Alonso, autor de ‘Vivir es un asunto urgente’, editado por Aguilar.

«Somos tan poco realistas a la hora de planificarlas que, luego, cuando ves que no llegas, lo inmediato es culpar a la persona que tienes al lado», añade María Jesús Álava, que introduce así uno de los daños colaterales de las vacaciones; el elevado número de separaciones matrimoniales que se registran en septiembre.

Tampoco los viajes ‘maratonianos’, que sustituyen el fragor de la oficina por el ajetreo del turista nipón, son del gusto de la psicóloga. «Salvo para los hiperactivos o para aquellos que no quieren pensar, resultan muy decepcionantes».

Para Alonso bastan pequeñas cosas para disfrutar y salir fortalecidos del veraneo: ejercicio físico, libros que ilusionen, conversaciones con amigos, más horas de sueño y paseos en la naturaleza.

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