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Los nuevos alérgicos son sensibles a las ondas electromagnéticas

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Montse Ferrer es electrohipersensible, una patología aún no reconocida clínicamente que le ha obligado a trasladar la cama al comedor, porque su dormitorio está a 23 metros de una antena telefónica, ubicada en un edificio contiguo, que emite microondas que le provocaban constantes cefaleas y golpes de calor.

Esta mujer de 51 años vive casi como una ermitaña en el pequeño piso que comparte con su marido en Mataró (Barcelona) ya que la proliferación de la telefonía móvil 3G, dispositivos inalámbricos y redes wifi que invaden ciudades y edificios públicos le impiden salir a la calle por las alteraciones que le generan. Ella es una de los más de medio millón de españoles que, en mayor o menor medida, tiene esta extraña «alergia» a los campos eléctricos y magnéticos, y que según algunos estudios afectan a 18 millones de personas tan sólo en Europa.

Al igual que ocurre con la Sensibilidad Química Múltiple y la Electrohipersensibilidad, no está incluida en la clasificación internacional de enfermedades de la OMS. El pasado mayo, el Consejo de Europa aprobó una resolución en el que apelaba al principio de precaución sobre la exposición a estos campos, especialmente las radiofrecuencias emitidas por los móviles, y además de recomendar que se utilice el cable para la conexión a Internet, en vez del wifi, pedía el reconocimiento sanitario-laboral de la electrohipersensibilidad.

Montse Ferrer empezó a sentir los primeros síntomas de esta «intolerancia» en 2007 cuando los móviles de tercera generación (UMTS) comenzaron a hacerse populares. «Antes iba con mi móvil tan alegremente, pero de repente comencé a sentirme débil, con dolores de cabeza y me despertaba por la noche como por un cortocircuito», explica. Tras consultar a varios médicos, que no supieron darle un diagnóstico que le ayudara a mejorar, un facultativo le recomendó que si dormía en una habitación próxima a alguna antena de telefonía se fuera a otra. Lo hizo, y en poco tiempo los síntomas disminuyeron.

«Hay personas que somos más sensibles, como los canarios en las minas de carbón, que advertimos al resto de la población sobre los riesgos de esta exposición», señala esta afectada que recuerda que la Agencia Internacional para la investigación del Cáncer ha clasificado las radiaciones de microondas como posible cancerígeno de nivel 2B. Los electronsensibles denuncian que su día a día es muy complicado por que los dispositivos con estas radiofrecuencias están por todos los lados: las bibliotecas, los centros existenciales, los bares y ahora los teléfonos 3G o las nuevas tabletas.

 

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